PS_NyG_1990v037n001p0007_0080

CONFIGURACION DE LA VIDA CRISTIANA 59 A la intemperancia del entorno: sobre todo a los que van en pos de la carne, llevados de los deseos impuros, y desprecian la autoridad del Señor... Y ante todo debeis saber cómo en los postreros días vendrán, con sus burlas, escarne­ cedores, que viven según sus propias concupiscencias (2 Pe 2, 10; 3, 3), el autor de nuestra carta opone, contrapone y exige el señorío cristiano de sí mismo. Cuando éste no existe, el apetito sofoca la razón, prescinde de la virtud y esclaviza al hombre. El concepto posterior de la virtud moral tiene su punto de apoyo en los textos que ya hemos citado (Act 24, 25; 2 Pe 1, 6; Tit 1, 6). Estos textos, influenciados por la doctrina helenista de las virtudes, se constituye­ ron en la base del desarrollo tan importante que los moralistas cristianos hicieron de las virtudes morales. Debieran recurrir, no obstante, al sentido original de las mismas para evitar lamentables tergiversaciones y que se nos ofrezcan como criterios cristianos lo que son apreciaciones personales de procedencia diversa, pero en ningún caso de origen bíblico. d) A l dominio de sí mismo, la firmeza (= paciencia) La paciencia evoca en nosotros la pasividad necesaria ante aquello que tiene que ocurrir de forma irremediable: ¡paciencia, qué lo vamos a hacer! Más técnicamente, la paciencia es una virtud que consiste en sufrir con entereza los infortunios y trabajos. También es considerada como una vir­ tud cristiana que se opone a la ira. En el mejor de los casos, para nosotros, la paciencia es una actitud de disponibilidad para el sufrimiento. Actitud que se manifiesta en soportar «estoicamente» el dolor. El poco atractivo que la palabra tiene se halla justificado desde la pérdida de su significado original. El vocablo como tal, ypomoné, procede del mundo griego. En él signi­ fica la firmeza (asi la hemos traducido en el subtítulo, que comenzamos a desarrollar) inquebrantable y tenaz ante el mal que se ensaña sobre noso­ tros; la actitud del espíritu que no se doblega ante la agresividad del mal, que procede de fuera de uno mismo. Este aspecto positivo de la paciencia es una forma de valentía. Los escritos judios del tiempos inmediatamente anterior y porterior al N. T. la utilizan para describir el espíritu de los mártires. Ella fue la que defendió a José en Egipto de todas las tentaciones a las que fue sometido. Para regenerar una palabra cuyo significado ha sido tan deteriorado por el uso como la que nos ocupa es necesario no perder de vista su procedencia del mundo griego. Para la stoa la paciencia debe situarse en el terreno de la valentía. Y esta valentía, en su sentido más amplio, es atribui-

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz