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58 FELIPE F. RAMOS lidad— frente a las tendencias y pasiones que se quieren imponer al hom­ bre 108; dominio sobre los apetitos carnales109. El concepto griego de templanza nos ayuda a comprenderla como vir­ tud. Sin embargo, el concepto bíblico-cristiano de la misma tiene otras motivaciones: Pablo diserta sobre la «justicia y la templanza» después de haber hablado de la fe en Cristo (Act 24, 24s); habla de la templanza en el terreno sexual, despues de haber presentado la castidad como un carisma (1 Cor 7, 7); en el catálogo de virtudes recogido en la carta a los Gálatas se la considera como «fruto del Espíritu» (Gal 5, 22s). No olvidemos que el autor de la segunda de Pedro expone la «cadena» de virtudes después de haber hablado de las «ricas y preciosas promesas, de la participación en la naturaleza divina, de la gloria y el señorío de nuestro Dios...». En una palabra, el imperativo que exige la templanza tiene su fundamento en el indicativo que es descriptivo de la salud, que nos es ofrecida en la acepta­ ción de Cristo como el Señor. Frente al descontrol y el desorden de los falsos maestros, tanto en el terreno doctrinal como en el sexual, el autor de la segunda de Pedro tiene que insistir en lo contrario: Como hubo en el pueblo profetas falsos, asi habrá falsos doctores, que introducirán sectas perniciosas, llegando hasta ne­ gar al Señor que los rescató y atraerán sobre sí una repentina ruina. Muchos los seguirán en sus liviandades, y por causa de ellos será blasfemado el cami­ no de la verdad. Llevados de la avaricia, harán de vosotros mercadería con palabras mentirosas, pero su condenación, ya antigua, no tardará, su ruina no se retrasará (2 Pe 2, 1-3). En contra de la voz de la razón, personificada en el pensamiento griego, y en contra de la revelación, encarnada en la religión cristiana, nuestra sociedad autoprovoca la excitación de los apatitos e instintos de naturaleza diversa, que necesariamente le llevan a la autodestrucción inevitable de los valores auténticamente humanos y cristianos. Su pretendidalibertad se convierte en camuflada esclavitud. La naturaleza y la revelacióntoman venganza de aquellos que se rien de ellas. La templanza es lo contrario a la doctrina herética y a la conducta licenciosa de los enemigos de la verdad. Es el desarrollo de la virtud y de la ciencia: la virtud, guiada por el conocimiento o por la ciencia, modera los deseos e instintos y hace que el hombre mantenga el dominio de sí mismo y que no caiga en la esclavitud. En este sentido se puede afirmar que el autocontrol se añade a la fe y es como un suplemento de la misma. 108. A. STOEGER, Carta de San Judas. Segunda carta de San Pedro, 73. 109. P. De A m broggi , Le Epistole Cattoliche, 173.

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