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CONFIGURACION DE LA VIDA CRISTIANA 11 ha sido en palmaria infidelidad a sus exigencias de adaptación a las gentes a las que se dirige. En la exposición de los grandes temas o puntos implicados en nuestro texto iremos subrayando la influencia del mundo griego. Ahora ofrecemos una brevísima visión global del tema. La «participación del hombre en la naturaleza divina» es una idea pro­ veniente del mundo griego. Se halla bien atestiguada por filósofos y erudi­ tos helenistas y es constatable en inscripciones importantes8. La expresión en cuanto tal no tiene paralelo alguno en el N. T. Tiene un sentido metafí- sico, participando en el uso de la religión helenista contemporánea9. Se dice que el hombre puede participar en ella mediante una especie de meta­ morfosis 10. Esta participación de la naturaleza divina se justifica, no desde el pensa­ miento bíblico, sino desde la mentalidad griega, en la que se contraponen dos mundos: el terreno-material y el divino-espiritual. El objetivo último del hombre era escapar del primero para alcanzar el segundo; liberarse de lo material y entrar en posesión de lo espiritual. De esta distinción entre los dos mundos viene el deseo, expresado en nuestro texto, de escapar de la corrupción, vinculada a este mundo y a sus apetitos. El ideal griego consistía en liberarse de la corrupción, introducida en el mundo por el placer. Era la línea del epicureismo y del estoicismo, cada uno desde principios distintos 11. La terminología referente a las virtudes mencionadas en el catálogo tie­ ne múltiples analogías griegas: pistis, areté, gnosis, enkrateia, ypomoné, eusebeia... (mencionadas por este orden en la segunda carta de Pedro) pertenencen a la ética de la filosofía popular. Sin embargo, no aparecen en Qumran. Por tanto, la segunda de Pedro se halla más cercana al mundo griego que al judío12. 8. Ch BlGG, The Epistle ofSt. Petter..., 256; P. De AMBROGGI, Le Epistole Cattoliche..., 171; A. STOEGAR, Segunda carta de San Judas. Segunda carta de San Pedro, 69. 9. E. M. SlDEBOTTOM, James, Jude, 2 Peter, London 1982, 107. 10. A. E. B arnett -E. G. H omrighaü SEN, First and Second Epistles o f Peter, 173. 11. F. H aü CK, Die Kirchenbriefe, 87; A. R. C. LEANEY, The Letters o f Peter and Jude, Cambridge 1967, 107. 12. K. H. SCHELKLE, Die Petrusbriefe..., 190. No obstante hay que afirmar que, en este campo, nuestro autor utiliza media docena de palabras que eran corrientes entre la gente formada; se trata de palabras normales en el siglo primero; él coincide menos con el helenis­ mo que Lucas o Pablo; no es un filósofo, como es el caso del autor de la carta a los Hebreos; se halla en abierta confrontación con los gnósticos (Ch. BlGG, The Epistles o f St. Peter and St. jude, en ICC, 256).

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