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CONFIGURACION DE LA VIDA CRISTIANA 55 muchas ocasiones los verbos conocer y creer son intercambiables: puede utilizarse indistintamente el uno o el otro para designar la misma realidad. Este es el conocimiento que debe ser añadido a la virtud. La energía moral generada por la fe —eso es, en definitiva, la virtud—contribuye a un conocimiento mayor y mejor de la voluntad de Dios. El hombre que cono­ ce y reconoce, que tiene en cuenta los valores morales y religiosos, tiene mayor lucidez para orientar su vida que el hombre voluptuoso, cuya norma última de conducta es él mismo. La decisión de estar abierto a la voluntad de Dios es la que nos permite conocer si la doctrina es de Dios: El que está dispuesto a hacer lo que Dios quiere, podrá experimentar por sí mismo si mi doctrina viene de Dios o es mia (Jn 7, 17). En adelante, ya no os llamaré siervos, porque el siervo no conoce los pensamientos de su señor. Desde ahora os llamo amigos, porque os he dado a conocer todo lo que oí de mi Padre (Jn 15, 15). A su vez, la virtud se enriquece con la verdadera ciencia. El celo por Dios sin su conocimiento lleva a errores lamentables: Yo declaro en favor suyo que tienen celo por Dios, pero no según la ciencia, porque ignorando la justicia de Dios y buscando afirmar la propia, no se sometieron a la justicia de Dios... (Rom 10, 2). Son aspectos que mutuamente se enriquecen: la virtud genera el verdadero conocimiento de Dios y éste estimula la práctica de aquella. c) Al conocimiento, el dominio de sí mismo (= la templaza) La palabra griega que hemos traducido habitualmente por templanza, egkrateia, procede de la raíz krat, cuyo significado fundamental es «poder, señorío». Designa el dominio de sí mismo, sobre sí mismo o sobre algo que esté fuera de uno mismo". El sentido más específico de la raíz lo pone de relieve el adjetivo, egkratés, que es utilizado como calificativo de la persona que mantiene un poder de verdadero dominio, que ejerce el poder o el señorío sobre algo, bien sea de orden material o espiritual. Pone de relieve la firmeza del hombre que no claudica. Designa todo lo contrario al hombre licencioso, relajado, desenfrenado. De la raíz surge con absoluta normalidad el significado de permanencia, firmeza, perseverancia. Desde el griego clásico hasta el helenismo reciente tiene una importan­ cia excepcional. En Filón de Alejandría ocupa un lugar muy destacado y era también muy estimada por los esenios (Qumran) 10°. En el mundo 99. TWNT, II, 338. EWNT, I, col. 913. 100. EWNT, I, col. 913.

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