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CONFIGURACION DE LA VIDA CRISTIANA 51 pueblo, con la remisión de los pecados (Le 1, 77). Porque en él habéis sido enriquecidos en todo: en toda palabra y en todo conocimiento (1 Cor 1, 5). Y aun todo lo tengo por daño, a causa del sublime conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por cuyo amor todo lo sacrifiqué y lo tengo por estiercol, con tal de ganar a Cristo... (Fil 3, 8; Jn 6, 69; 14, 7b). Ser conocidos por Dios significa ser «elegidos, amados y aceptados por él»: Porque a los que de antemano conoció, a esos les predestinó a ser confor­ mes con la imagen de su Hijo... Rom 8, 29). No ha rechazado Dios a su pueblo, a quien de antemano conoció (Rom 11, 2). El considerar el conocimiento como una adición necesaria a la virtud y, a través de ella, a la fe, no se justificaría sólo desde el conocimiento bíblico. Más aún, éste ya se supondría; no haría falta explicitarlo; se halla necesariamente implicado en el concepto de la fe e incluso en el de la virtud. Hay otra razón para «añadirlo» expresamente: la alternativa que se ofrecía al hombre en otra clase de conocimiento, llamado gnosis. No nos referimos al vocable en cuanto tal, sino al movimiento o corriente filosófi- co-religiosa patentada con dicho término. Hechas las observaciones anteriores sobre la naturaleza del conoci­ miento bíblico, debemos tener en cuenta que, desde el punto de vista de la fenomenología, el cristianismo primitivo aparece como un movimiento o corriente del conocimiento, en el cual el «camino» consiste en conocer o creer un sistema doctrinal que hace surgir como reacción necesaria en el hombre una gran experiencia religiosa. (Contemporáneamente hay otros «caminos», como el hermetismo...). Dentro de este amplio movimiento del pensamiento hay dos direccio­ nes: la corriente heterodoxa y la ortodoxa. La primera, la «heterodoxo- gnóstica», desarrolla un sistema altamente especulativo sobre la divinidad y el mundo. La gnosis, y posteriormente el gnosticismo, se presentaba como un doble del cristianismo, del que pensaba ser el único desarrollo adecuado. Los padres de la Iglesia consideraron a los gnósticos como here­ jes cristianos94. El movimiento gnóstico se hallaba en relación directa con el pensamiento de la revelación, concedida a unos pocos, los iniciados. Según uno de sus himnos, llamado «himno de los Naasenos», dice Jesús: «Los misterios del camino santo, al que yo he dado el nombre de gnosis, los enseñaré yo»95. En la aceptación de este sistema, el hombre queda cambiado; le son concedidas nuevas fuerzas y puede vencer incluso a los ángeles, creadores del mundo. 94. P. POUPARD, 'Diccionario de las religiones, Barcelona 1987, 692. 95. Reallexikon für Antike und Christentum, XI, Gnosis, 486. Los Naasenos son ya cono­ cidos por Ireneo y otros padres de la Iglesia. Estos gnósticos apelaban a la serpiernte de

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