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CONFIGURACION DE LA VIDA CRISTIANA 49 moral. Su pertenencia al mundo de arriba haría que este de abajo, aunque esencialmente malo según su propia mentalidad, no pudiese impurificarles en modo alguno. El concepto posterior de virtud, el que ha llegado hasta nosotros, here dó mucho más de la especulación filosófica que del entorno bíblico, al que nos hemos referido. Se consideraron como esenciales los dos aspectos si guientes: la unidad de medida, buscando el justo medio entre el exceso y el defecto. En la búsqueda de este justo medio debe tenerse muy en cuenta el juicio y comportamiento de las personas «juiciosas». Su opinión se con virtió muchas veces en norma de moralidad. (Fue una fuente de «descris tianización» de los principios constitutivos de la virtud cristiana). El segun do aspecto fue la búsqueda del fin último como móvil supremo y perma nente del esfuerzo requerido por el ejercicio de la virtud. Fueron los dos principios que determinaron el concepto posterior de la virtud. Las virtudes «humanas o naturales» ocupan un lugar inusitado en los documentos del magisterio de la Iglesia. El Vat. II inculca, a propósito de los aspirantes al sacerdocio: la educación, la madurez humana, la firmeza de ánimo, la sinceridad, el respeto a la justicia, la fidelidad a la palabra dada, la amabilidad de trato, la discreción y caridad en la conversación, el dominio de sí mismo (OT, 11). A los laicos se les recomienda la competen cia profesional, el sentido de la familia y el sentido cívico, la probidad y el sentido de la justicia, la sinceridad, la cortesia de ánimo... (AG, 25)92. La virtud ha sido situada en el terreno del quehacer honesto, ha sido humanizada, ha sido democratizada, ha sido domesticada. Todo ello está muy bien. Debería no haber perdido el horizonte y las grandes líneas y perspectivas en las que surgió el vocablo; debería tener más en cuenta los valores que destaca la Biblia en las escasas ocasiones en que habla de ella. Sólo asi seguiría siendo virtud cristiana y no simple regulación de los mo dales humanos. b) A la virtud, el conocimiento La Biblia, en general, y el N. T. en particular saben del conocimiento y de la ciencia en el nivel puramente humano. Pero, por el mero hecho de figurar la ciencia, el conocimiento, la gnosis, en un catálogo de virtudes que surgen a partir de la fe, ya se sobreentiende que el autor de la segunda de Pedro, al hablar de ella, no la considera como el recto conocimiento de las cosas, que es el sentido que nosotros hemos vinculado a la palabra. 92. S. G ü ARISE, Virtud, en Diccionario Encilopédico de teología moral, 1192-1198.
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