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CONFIGURACION DE LA VIDA CRISTIANA 47 en orden a exponer su significado. Esta sobriedad de nuestro vocablo en la Biblia se justifica si tenemos en cuenta que ella, ambos Testamentos, insiste mucho más en las gestas divinas que en las acciones o méritos del hombre88. En todo el epistolario paulino sólo la encontramos una vez: Por lo demás, hermanos, atended a cuanto hay de verdadero, de honorable, de justo, de amable, de laudable, de «virtuoso» y de digno de alabanza (Fil 4, 8). Del texto que acabamos de citar se deduce que la virtud no es la presidenta de una congregación compuesta por una serie de miembros que se destacan por su bondad, por su honorabilidad, por su justicia... Hay una yuxtaposición o coordinación de la palabra virtud con los demás vocablos, no una subordinación de éstos a aquella. Y como está fuera de duda que Pablo supone la dimensión religiosa del texto, la virtud designa­ ría, en este caso, la actitud que debe mantener el hombre justo en la vida y ante la muerte. Virtud es la conducta recta, sometida a la disciplina que nace de la fe, que se desarrolla en hábitos buenos y que exige eliminar los deseos incontrolados de los instintos89. La virtud no preside, coordina. La virtud es la energía moral generada en los creyentes por la fe. De este modo el concepto cristiano de la virtud supera al griego. Este no es irreligioso, pero sí muy antropocéntrico y determinado por la horizontalidad. El mundo bíblico tiene siempre en cuenta la obligación moral del hombre, al que coloca en una necesaria confrontación con Dios. Acabamos de decir que lo que destaca tanto en el Antiguo como en el N. T. son las acciones o gestas divinas, no el mero esfuerzo o mérito humano. En nuestro texto (2 Pe 1, 5) tenemos un concepto similar de la virtud. Se nos manda añadirlo a la fe. Y ello significa lo siguiente: la virtud debe ser fruto de la fe, una consecuencia necesaria de la misma; algo que el hombre debe realizar subrayando asi el esfuerzo humano y, al mismo tiem­ po, algo que el hombre puede realizar únicamente partiendo de la fe, su­ brayando asi el socorro divino. Es otra coincidencia con el mundo griego, que sitúa la virtud también en el plano de la divinidad: Pero vosotros sois linaje escogido, sacerdocio real, nación santa, pueblo adquirido para pregonar el poder (literalmente «las virtudes», tas aretás) del que os llamó de las tinieblas a su luz admirable (1 Pe 2, 9). La virtud designa aquello que es digno de alabanza. Este significado nos sitúa de nuevo en el plano imitativo, en el de la imitación de la conduc­ ta divina. El pueblo canta las alabanzas de su Dios, es decir, reconoce su . 88. TWNT, I, 460. 89. Ch. BlGG, The Epistlcs o f St. Peter..., 258.

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