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10 FELIPE F. RAMOS el «poder divino», zeias dynámeos? Nosotros hemos optado por la referen cia a Cristo, no a «Dios, con su poder...» como taduce, por ejemplo, la recentísima versión de la Casa de la Biblia. ¿Quién es el que nos ha llama do? Pensamos que el llamante es Dios, que actúa a través de su gloria y de su virtud o poder. La cuestión, sin embargo, no es tan clara. Otros autores atribuyen la vocación a Cristo7. Otras cuestiones se aclararán al estudiar algunos términos en concreto. I nfluencia d el mundo griego En la configuración de la vida cristiana, tal como es presentada en el texto de la segunda de Pedro, ha influido notablemente el vocabulario y la mentalidad griega. Queremos destacar este aspecto por dos razones impor tantes. En primer lugar, por el condicionamiento que esto supone a la hora de la interpretación. El principio hermenéutico más elemental exige partir del texto en sí mismo considerado, teniendo en cuenta las categorias de pensamiento desde las que fue formulado. Tener como punto de partida nuestra mentalidad y el contenido que hemos vinculado a determinadas palabras o expresiones sería cometer una grave injusticia con el texto, ha ciéndole decir lo que nosotros queremos que diga; expondríamos nuestro propio pensamiento utilizando sus palabras; no le dejaríamos hablar a él. Si esto es válido para cualquier texto antiguo, es particularmente decisivo en nuestro caso, ya que nos encontramos en él con una terminología que el uso frecuente y el tiempo transcurrido ha podido tergiversar o desviar de su sentido original. La segunda razón es la ejemplaridad del autor, que se ha esforzado por hacer inteligible el mensaje cristiano —formulado originalmente con cate gorias judías—el mundo griego. Debiera ser un buen estímulo para que el anuncio actual del evangelio no esté tan preocupado por repetir el pasado cuanto por adaptar a la mentalidad moderna lo que realmente es original e irrenunciable. Lo verdaderamente fundante, que es mucho menos de lo que generalmente se piensa. Además del buen estímulo debería ser una buena respuesta para aquellos que acusan al cristianismo de haber «excul turado» a los pueblos «inculturándolos» con su propia cultura. Al menos el cristianismo de los orígenes no lo hizo asi. Si ha ocurrido posteriormente 7. Ch. BlGG, The Epistles o f St. Peter and St. Jude, en ICC, 253-254; F. H au c k , Die Kirchenbriefe, en DNTD, 86,
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