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CONFIGURACION DE LA VIDA CRISTIANA 43 manifiesta en la actitud crítica de Jesús frente a una fe que se apoyaba en sus hechos extraordinarios: muchos creyeron en su nombre viendo los mila gros que hacia, pero Jesús no se fiaba de ellos porque los conocía a todos (Jn 2, 23). Se indignaba con aquellos que acudian a él motivados por su poder curativo: Jesús le dijo: ¿E s que sois incapaces de creer si no veis prodigios y signos extraordinarios? (Jn 4, 48). La manifestación más clara y terminante al respecto tiene lugar ante las exigencias impuestas por Tomás para creer (Jn 20, 29). Por otra parte, la tradición joánica recoge y refleja una tradición o tendencia existente en el cristianismo primitivo —ampliamente acentuada en la historia de la Iglesia hasta nuestros días—según la cual el milagro es una demostración del poder de Jesús y de la veracidad del evangelio: un reclamo y un recurso propagandístico para magnificar al cristianismo76. Más aún, en el cuarto evangelio, aparentemente al menos, la fe no precede al milagro sino que le sigue; no es causa del milagro, sino que es causada por él. La mejor demostración de esta afirmnación consistiría en seguir paso a paso cada uno de los relatos milagrosos en particular. Baste con citar el primero y el más conocido, el de Caná de Galilea. La narración termina asi: Este fu e el primer signo milagroso realizado por Jesús; en él manifestó su gloria; gracias a él sus discípulos creyeron (Jn 2, 11). El relato pone claramente de manifiesto que los discípulos creyeron gracias al milagro. El resumen de esta paradoja nos lo ofrecen dos afirmaciones que se hallan seguidas: Dichosos los que creen sin haber visto (Jn 20, 29. Estos (los milagros-signos) han sido narrados para que creáis... (Jn 20, 30s)77. La conversión de los milagros en signos es un intento por parte del evangelista para armonizar estas dos tendencias opuestas. Esta elaboración del evangelista hace que lo ocurrido, lo hecho, lo fáctico quede relativizado por la palabra o el mensaje, que sitúa al hombre ante la desición. Lo importante, por tanto, es la fe, el ver creyente o la visión de la fe. En la tradición joánica como tal el fundamento de la fe no es el milagro, sino el signo milagroso que, en cuanto tal, es la palabra de Dios ante la cual es situado el hombre. El fundamento de la fe en la resurrección no es la resurrección de Lázaro, sino la palabra de Jesús que afirma Yo soy la resurrección y la vida. 76. EWNT, III, Col. 224. 77. Reallexikon für Antike und Christentum, XI, 68; L. COENEN - E. BEYREUTHER - H. BlETENHARD, Dizionario dei Concetti biblici del Nuovo Testamento, Bologna 1976.
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