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42 FELIPE F. RAMOS creído»; «grande es tu fe, hágase en ti o en vosotros según tu o según vuestra fe»... Dicho poder curativo debe pasar a sus discípulos (Mt 17, 20). Pero existe una correspondencia entre el poder curativo de los discípulos con la fe de quien se interesa y busca la salud-salvación. Se trata de la fe que todo lo puede, por un lado, y de la fe que todo lo recibe, por otro. La afirma ción de Jesús: «Tu fe te ha salvado» (Me 5, 34...) se ve ratificada por la expresión del evangelista según el cual Jesús no pudo hacer en Nazaret milagro alguno por su falta de fe (Me 6, 5). El poder curativo de Jesús, más allá de los hechos sensacionalistas que llamamos milagros, no fue pre rrogativa de los tiempos pasados; se ofrece como posibilidad al que cree, en cualquiere tiempo74. Contamos, naturalmente, con que el relato milagroso y su lenguaje se hallan impregnados por la mentalidad teológica de la comunidad cristiana. Esto significa que, en su lectura, no nos hallamos ante las mismísimas palabras de Jesús. No obstante, la extraordinaria acentuación de la fe y el milagro son incomprensibles sin la infraestructura de la predicación y de la enseñanza de Jesú s75. Mientras en una amplia tradición cristiana —y de modo general en el entorno cultural del Nuevo Testamento— el milagro precede a la fe y la hace sugir (la fe sería, por tanto, consecuencia del milagro) la tradición sinóptica representa exactamente una tendencia contraria: la fe intercesora precede al milagro y como tal fe intercesora recibe el milagro. Esta es la razón por la cual Jesús rechaza las demostraciones ostentosas que obliga rían a creer. El se opone a esa mentalidad. Rechaza la petición de signos o milagros (Mt 12, 38s: sólo se les concede la señal de Jonás, que precisa mente no pertenece al terreno de la demostración controlable; únicamente es aceptable desde el terreno de la fe); rehuye la realización de milagros sensacionalistas (Mt 4, 5ss: relato de las tentaciones; Me 15, 32: «que baje de la cruz para que veamos y creamos») y no realiza milagros donde no hay fe (Me 6, 5 y par: «no pudo hacer alli milagro alguno»; lo demás es claramente una adición al texto original para «mitigar» la limitación del poder de Jesús en orden a realizar milagros). 6.2. La tradición joánica Esta tradición resulta paradójica. Por un lado continúa la tradición sinóptica, anteponiendo la fe al milagro. Esta tendencia o mentalidad se 74. Reallexikon für Antike und Christentum, XI, col. 67. 75. EWNT, III, col. 224.
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