PS_NyG_1990v037n001p0007_0080

38 FELIPE F. RAMOS Estas mismas enseñanzas se ponen de manifiesto en aquellos textos en los que la eficacia de la fe se vincula a la oración: Por esto os digo, todo cuanto orando pidiéreis, creed que lo recibiréis y se os dará (Me 11, 24; Mt 21, 22). En la misma línea tenemos la respuesta del padre que acude a Jesús pidiéndole ayuda para su hijo: ¡Creo, ayuda mi poca f e ! (Me 9, 24). En estas palabras se nos dice que la fe no es una posesión tranquila y perfecta; se trata, más bien, de un movimiento constante que va de la incredulidad a la fe y de una fe imperfecta a otra más madura. En conse­ cuencia, en la vida de la fe se halla implicada la postura y la conducta correspondiente, por parte del hombre, a la oferta que le hace la bondad de Dios68. Jesús no afirmó explícitamente que la gente creyese en él, pero quiso que su actuación fuese entendida mesiánicamente (Mt 11, 2-6). La amenaza contra las ciudades incrédulas (Mt 11, 20-24) y contra Jerusalén (Mt 23, 37ss) nos sitúan también en el terreno de la fe 69. 2.° La f e y su vinculación con Jesús La fe designa el encuentro del hombre con Cristo. Dicho encuentro se formula de muchas maneras: «Creer en Jesús»: Los principes de los sacerdotes habían resuelto matar a Lázaro, pues por él muchos judios se iban y creían en Jesús (Jn 12, 11). «Creer en Cristo Jesús»: Y sabiendo que no se justifica el hombre por las obras de la ley, sino por la f e en Jesucristo, hemos creído también en Cristo Jesús, esperando ser justificados por la f e en Cristo y no por las obras de la ley, pues por éstas nadie se justifica (Gal 3, 16). «Creer en el Hijo» (de Dios): El que cree en el Hijo tiene la vida eterna; el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la cólera de Dios está sobre él (Jn 3, 36). «Creer en él»: Tanto amó Dios al mundo, que le dio su Hijo Unigénito, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga la vida eterna... El que cree en él no es juzgado... (Jn 3, 16. 18). «Creer en su nombre»: A cuantos le recibieron les dio el poder llegar a ser hijos de dios, a aquellos que creen en su nombre (Jn 1, 12). «Creer en el que había de venir»: Dijo Pablo: Juan administró un bautis­ mo de penitencia, diciendo al pueblo que creyese en el que había de venir detrás de él, es decir, en Jesú s (Act 19, 4). 68. EWNT, III, col. 223. 69. R. SCHNACKENBURG, Lexikon für Theologie und Kirche, IV, col. 915.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz