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34 FELIPE F. RAMOS cuya existencia se halla conmovida en sus mismo cimientos, a las que una fuerte resaca ha quitado de debajo de sus pies la arena en la que se apoya­ ban. Es la resaca de la limitación, de la enfermedad, de la necesidad, de la insuficiencia, del miedo, de la angustia, de la muerte... ante lo que buscan solidez, algo en qué apoyarse, consistencia para su vida fluctuante. Enton­ ces quieren dejar que Dios entre en acción, se abandonan a él, ponen en él su confianza. Confian en el poder de Dios, en la palabra de Jesús. La expresión tan frecuente en labios de Jesús, tu fe te ha salvado, habla de que la fe hace referencia a toda la persona. No se trata de un acto parcial, sino del movimiento de la vida en una dirección determinada, un estar dirigido a, determinado por, fundamentado en. Poco importa que el complemento de estas afirmaciones sea Dios o Jesucristo. Se trata siempre de la misma realidad63. La fe, como respuesta nuestra a Dios M, da seguridad a la existencia o es la existencia misma vivida en seguridad, sobre la única base segura. Excluye tanto el miedo (Me 5, 36: No temas, sólo ten fe), como la duda (Mt 21, 21: Todo cuanto con f e pidiéreis en la oración lo recibiréis). La certeza de la fe es seguridad que afecta a la existencia misma: caminar con paso seguro aun sin ver claro el camino; esperar aun cuando no haya motivos humanos de esperanza; no dudar en medio del tambaleo universal; suelo firme en medio de las grandes conmociones que amenazan la vida humana. d) La fe que se manifiesta La fe, al orientar la vida en una dirección determinada, obliga a hablar, a explicar el modo de vida elegido y los principios o criterios de discerni­ miento en la evaluación de los valores que la integran. Desde la fe surge necesariamente la ornologuia o la confesión de la misma. Asi lo afirma el texto fundamental en la teología paulina que cita­ mos más arriba (Rom 10, 9-11). En la ornologuia el creyente sale de sí mismo, de su auto-afianzamiento, y confiesa a Jesucristo como su Señor. Esto significa el reconocimiento de que todo lo que es y tiene, lo es y lo tiene por lo que Dios hizo en Cristo por él y para él. Esto significa, a su vez, reconocimiento y aceptación del camino de la salvación, tal y como ha 63. La fe significa, en primer lugar, aceptación del mensaje de salvación que, por la iniciativa divina, tuvo lugar de una vez para siempre en Cristo y la consiguiente sumisión al decreto de Dios que señala el camino de salvación (Conceptos Fundamentales de Teología, W.iilml II, 130; J. B. B á UER, Fe, en Diccionario de Teología Bíblica, Barcelona 1967, col. 394). M. EWNT, III, col. 225-226; H. Friks, Conceptos Fundamentales de Teología, II, 129.

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