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18 FELIPE F. RAMOS Parece intencionada la correlación existente entre la gloria y el poder, por un lado, y la vida y la conducta recta, por otro. La gloria y el poder de Cristo son participados en el creyente en la medida en que se abre a la nueva vida y a la conducta recta. Dios se sirve de su gloria y poder para que el hombre llegue a la vida y se comporte según las exigencias que impone dicha vida. d) Promesas valiosas y sublimes A través de la gloria y del poder le son regaladas al hombre promesas valiosas y sublimes29. ¿Cuáles? Puede tratarse de los bienes mesiánicos. Nos han sido concedidos en Cristo y por su medio los dones mesiánicos, los que Dios había prometido en el A. T. Es una posibilidad30. El autor de la carta explica la promesa del Señor en referencia a la esperanza de unos cielos nuevos y una tierra nueva: Nosotros, sin embargo, esperamos, según la promesa de Dios, «unos cielos nuevos y una tierra nueva» que sean lugar de salvación (2 Pe 3, 13). Esta es la pauta segura que debemos seguir a la hora de la interpretación. Los cielos nuevos y la tierra nueva forman parte de la imaginería apocalíptica para describir la nueva creación, la última y definitiva intervención de Dios en la historia. Ahora bien, ésta ya había tenido lugar. Más aún, la imagen ya había sido traducida al lenguaje direc­ to: los cielos nuevos y la tierra nueva son el hombre nuevo (Jn 3, 3. 5); el que ha pasado de la muerte a la vida (Jn 5, 24); el que, por la fe, se hace criatura nueva (2 Cor 5, 17)... Para otros intérpretes, las promesas valiosas y sublimes consistirían en la participación en la naturaleza divina, en la vida propia de Dios31. Es una formulación distinta de la misma realidad ya apuntada. Tal como nosotros hemos traducido el texto, parece intencionado el paralelismo siguiente: El poder divino nos ha concedido Por su medio nos regaló las más todo lo referente a la vida y a la valiosas y sublimes promesas, conducta digna. 29. La expresión griega «di’ón», por las cuales, refiriéndose a la gloria y al poder, como antecedentes de esta expresión relativa, debe prevalecer frente al «di’ón» traducido por los manuscritos latinos «per quem», refiriéndose a Cristo. 30. P. De A m broggi , Le Epistole Cattoliche..., 171. 31. A. STOEGER, Carta de San Judas. Segunda carta de San Pedro, 69.

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