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Configuración de la vida cristiana El poder divino nos ha concedido todo lo referente a la vida y a la conducta recta mediante el conocimiento del que nos ha llama do por su gloria y poder. Por su medio nos regaló la más valiosas y sublimes promesas, de tal manera que, por ellas, podemos parti cipar de la naturaleza divina, evitando la corrupción que las pasio nes han introducido en el mundo. Por eso mismo, poned todo vuestro empeño en unir a vuestra fe, la virtud; a la virtud, el conocimiento (= la ciencia); al conocimiento, el dominio de sí mismo (—la templanza); al dominio de si mismo, la firmeza (— la paciencia); a la firmeza, la conducta recta (—la piedad); a la conducta recta, la fraternidad (= el amor fraterno) y a la fraterni dad, la caridad (2 Pe 1, 3-7). Los rasgos característicos de la vida cristiana pueden ser estudiados desde distintos ángulos y aduciendo textos biblicos de procedencia diversa que los avalen. Asi se ha hecho muchas veces. La presentación que hace mos a continuación tiene una serie de ventajas que difícilmente se encuen tran reunidas en otro lugar. Es cierto que existen otros catálogos de virtu des en el Nuevo Testamento. Sin embargo, no lo es menos que el que ofrecenuestro texto se halla más «cristianizado» que ningún otro. Lo vere mos en el primer punto de nuestro desarrollo, al estudiar el texto en sí mismo, desde el punto de vista literario. Además, dicho catálogo de virtu des, actitudes y exigencias impuestas al cristiano nacen de la entraña misma de su ser; no le son impuestas al hombre desde fuera de sí mismo, sino que son deducidas, con verdadera lógica interna, del fundamento único puesto por Dios al llevar a cabo su actividad salvadora. En la formulación de aquello que configura la vida cristiana nuestro autor no ha sido mero repetidor. La ha llevado a cabo en referencia directa y en confrontación intencionada con el mundo griego, utilizando su propia terminología, enriqueciéndola o corriguiéndola desde los nuevos conteni dos que, desde la visión cristiana de las cosas, debian vincularse a unas palabras pertenecientes al uso común. Es un aspecto sumamente necesario en el anuncio de la fe cristiana, que, lamentablemente, no siempre ha sido tenido en cuenta. Nuestro autor conoce a sus destinatarios; sabe cuáles
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