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466 JOSE-LUIS RODRIGUEZ MOLINERO Un segundo punto a destacar sobre la conciencia en su relación con la acción, hace referencia a su función. Este aspecto, íntimamente relacionado con el anterior, pone aún más claramente de relieve la contraposición con el proceso de la vida. La función de la conciencia no está en conocer la vida. A pesar de que en su origen en la percepción está esencialmente vuelta hacia el mundo exterior (Aussenwelt), hacia la experiencia y comunicación con los otros, sin embargo no tiene como función, según Gehlen, la de conocer la vida. Más aún, ni es capaz ni está esencialmente determinada para ello. Ni nos proporciona siquiera un conocimiento aproximativo acerca de la grandiosa teleología del acaecer orgánico. Mas bien es un medio auxiliar que está esencialmente al servicio de la perfección de los procesos orgánicos, como ya vio muy acertadamente Schopenhauer, según Gehlen, y también Nietzs- che al afirmar que «la conciencia es sólo un instrumento de la vida»: «Los procesos y realizaciones de la vida —escribe en otro lugar Gehlen—son esencialmente inconscientes; se desarrollan en la oscuridad del inconsciente. El cómo de tales procesos nos es, sencillamente, desconocido... Sobre la increíble complicación y perfección de las realizaciones vegetativas y motóricas no tene­ mos conocimiento alguno, y la conciencia, evidentemente, no está para informar­ nos de ello»72. A la vida compete, pues, un carácter perfecto e inconsciente. La vida no es sólo un valor sino el verdadero valor. Posee una perfección que hace mofa de todo conocimiento. Como ya vino a indicar Nietzsche al hablar de la gran razón del cuerpo, cuyo instrumento es la pequeña razón que decimos espíritu, al proceso orgánico le incumbe una perfección que es inaccesible a la conciencia. «Todo obrar (Tun) perfecto —decía Nietzs­ che—es precisamente inconsciente y no querido... La conciencia hace im­ posible la perfección» (Aforismo 289). ¿Qué función asigna, entonces, Gehlen a la conciencia? Si sabemos ya qué es lo que no le corresponde, ¿cuál es, entonces, lo que compete positi­ vamente a la conciencia? ¿Cuál es su verdadera función? La respuesta a este interrogante nos pondrá más claramente de relieve la relación de la conciencia con la acción. A la conciencia compete, viene a decir en resumen Gehlen, una función simbólica instrumental que posibilita la dirección, subordinación y coope- 72. Cfr. El hombre. Compárese con Los resultados de Schopenhauer, en Obras completas, IV, 25, y ss.

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