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464 JOSE-LUIS RODRIGUEZ MOLINERO de tal indigencia, forzando al hombre a la formación y organización de sus propias capacidades y habilidades. Así expuesto, el excedente pulsional no puede ser entendido sino en conexión con la acción: «El excedente pulsional es un apriori que sitúa al hombre desde un principio ante el apremio de su propia elaboración... La necesidad de estructuración o de formación (Formierungszwang) en la que se halla la vida interior humana a con­ secuencia de su excedente pulsional es una condición del desarrollo de las pulsio­ nes de un ser activo»69. ¿Cómo se realiza esa propia elaboración, formación o estructuración? De la manera que he expuesto ya: Imponiendo los intereses conscientes y orientados del hombre frente a otros igualmente posibles. Fijando unos. Inhibiendo otros. Superando hasta los instintos mínimos orgánicamente representados (hambre, sexualidad...) mediante otros intereses superiores e, incluso, en ciertas circunstancias mediante la ascesis, huelgas de hambre, etc. etc. En definitiva, convirtiéndolos en objeto de la acción. Y esto no por pura causalidad, sino por la necesidad misma de estructurar el exce­ dente pulsional. En efecto: «Un hombre, que por motivos patológicos no llega activa y duraderamente a dar a las propias necesidades una forma que las armonice con el mundo y no logra una arquitectura de intereses, degenera, por la presión del apremiante excedente pulsional, en manías autodestructivas o suicidas»70. Estas últimas observaciones llevan a Gehlen a terminar de perfilar su definición del hombre como ser activo calificándolo como «ser amaestra­ ble» (Zuchtwesen), lo cual viene a reflejar también lo que él entiende por carácter, educación, moral, etc., tareas todas ellas denotadoras de acción: «Así pues, el excedente pulsional es un hecho muy decisivo. Está presente lo mismo en aquellas creaciones grandiosas, que superan toda palabra, en las que el hombre constriñó a la naturaleza a sostenerlo, como en las correspondientes estructuras pulsionales adiestradas, formadas y hechas duraderas, cuyo conjunto se llama carácter. A partir de aquí es posible una definición del hombre como ser amaestrable (Zuchtwesen). Esta caracterización abarca todo lo que puede enten­ derse por moral en sentido antropológico: la necesidad de amaestramiento (Zuchttbedürftigkeit), la necesidad de formación (Formierungszwang), en la que se encuentra un ‘animal no fijado’, y respecto del cual la educación y la autodis- 69. Cfr. El hombre, 59. 70. Cfr. El hombre, 59.

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