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460 JOSE-LUIS RODRIGUEZ MOLINERO Dado que sobre la conciencia, que es la peculiaridad más importante y básica, trataremos más detenidamente en el último apartado de esta inves­ tigación, digamos ahora sólo unas palabras de carácter general sobre cada una de ellas. En primer lugar, respecto de la más importante, la conciencia, dice textualmente Gehlen: «No sin motivos forzosos, la naturaleza ha hecho, únicamente en el hombre, consciente la vida pulsional y, con ello, ha expuesto a ésta a la perturbabili- d ad »62. El texto referido nos parece bastante explícito e ilustrador. La vida pulsional humana, por tanto, está proyectada hacia la conciencia. Es cons­ ciente. No puede no ser consciente. No puede no apoyar las acciones más indirectas. La frontera entre los impulsos mínimos necesarios para la con­ servación de la vida y los intereses superiores, objetivos y acordes con las actividades necesarias para la satisfacción positiva y duradera de los mis­ mos, ha de ser fluida. Dicho con palabras del propio Gehlen: «las necesi­ dades han de convertirse en intereses, indicando estos últimos las necesida­ des conscientes de su situación, las necesidades duraderas; en pocas pala­ bras, las necesidades adaptadas a la acción». Y, si las necesidades o las pulsiones hechas conscientes se convierten en intereses duraderos, es mani­ fiesto el papel perturbador que compete a la conciencia respecto de las mismas. En segundo lugar, decíamos que nuestras pulsiones o necesidades son también inhibibles, diferibles y plásticas. El carácter de inhibibles pone de manifiesto que las pulsiones, que surgen casualmente en el «ahora», deben ser reprimidas por principio, si los intereses duraderos son necesarios para la vida. Más aún, tales pulsiones crecen solamente a costa del dominio y del sometimiento del ahora. Así, sin la inhibición de la viva pulsión que hay en el niño a destruir no habría en él un interés objetivo por las cosas, que es condición de toda actividad objetiva. La diferibilidad, por su parte, y con ello también la plasticidad o moldea- bilidad, variabilidad, etc., de las necesidades o pulsiones es naturalmente necesaria si éstas han de mantenerse objetivas y conscientes de sus fines (zielbewusst). En ese caso han de ser ocupadas (besetzt) con fantasmas —por tanto han de ser conscientes—, y han de cambiar si cambian también las circunstancias exteriores. 62. Cfr. El hombre, 52. Compárese con 339 y ss.

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