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LA ANTROPOLOGIA DE LA ACCION DE ARNOLD GEHLEN 439 las funciones humanas, desde las corporales a las espirituales... Por servirnos de una primera fórmula, definiremos al hombre como ‘ser activo’» 27. Y, un poco más adelante, señala de modo similar: «La Antropología, conquista su campo propio... y ha de atenerse firmemente a una ley estructural especial, la cual es la misma en todas las características pecu­ liares humanas y ha de ser entendida desde el proyecto de la naturaleza de un ser activo»28. II. LA EXIGENCIA DEL MEDIO AUXILIAR DE LA ACCIÓN EN CUANTO DETERMINADA POR LA ESPECIAL Y DEFICIENTE CONSTITUCIÓN ORGÁNICA DEL HOMBRE En algún momento de esta exposición he afirmado, aunque sin dar cumplida razón de ello, que el hombre, según Gehlen, es un «singular proyecto total de la naturaleza» o, dicho en otros términos, que tiene un puesto especial en la misma precisamente en virtud de su constitución orgánica especial. Pero, ¿qué significa esto? Los estudios comparativos so­ bre el comportamiento animal de ciertos etólogos importantes —Karl Lo- renz entre otros—parecen dar a entender que, al menos en ciertos casos, las distancias entre el hombre y determinados animales se difuminan bas­ tante, o se acercan notablemente. Gehlen, sin embargo, afirma por princi­ pio que el hombre es ya algo especial, algo singular, en su propia constitu­ ción orgánica. Y este carácter singular de su propia constitución orgánica es lo que hace o exige de él que se convierta en ser activo. Refirámonos, entonces, brevemente a esta constitución orgánica espe­ cial del hombre en cuanto presupuesto o condicionamiento fundamental que exige la existencia de la acción. Que el hombre tiene una constitución orgánica especial, diríamos que, desde el punto de vista comparativo con el animal, es para Gehlen un rasgo que, paradógicamente, determina el modo de ser activo de aquél. Ese carác­ ter negativo se pone de manifiesto en lo siguiente: El hombre, a diferencia del animal, carece de una adaptación orgánica al medio ambiente. En el animal, en cambio, hay una armonía entre su organización anatómica y el medio ambiente y viceversa, como esbozó por primera vez —dice Gehlen- Schopenhauer29, posibilitando tal armonía el sostenimiento vital del animal. 27. Cfr. El hombre, 23. 28. Cfr. El hombre, 28. 29. Cfr. Los resultados de Schopenhauer, en Obras completas, IV, 25 y ss.

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