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432 JOSE-LUIS RODRIGUEZ MOLINERO quedaremos en la consideración y comparación de características particula­ res. La Antropología será, en todo caso, el último capítulo de una Zoolo­ gía. Pero no será autónoma. En la perspectiva de la acción, en cambio, como en seguida observaremos, se pretende dar razón de la autonomía de la humano, de la especialidad, singularidad y totalidad del hombre. Por la perspectiva de la acción —diremos adelantando conceptos— el hombre, que es un todo, y que lo es tal biológicamente según Gehlen, tiene incluso una estructura corpórea singular, autónoma. En segundo lugar, la concepción evolucionista clásica no da razón, se­ gún Gehlen, del «aspecto» o «lado interior» (Innenseite) del hombre, de su «vida interior» (Innenleben); no puede ver la especial naturaleza corpo­ ral del hombre conjuntamente con su complejísima y complicadísima inte­ rioridad ni puede, tampoco, formular preguntas, y mucho menos respon­ derlas, en torno a cuestiones como qué es el lenguaje, la fantasía, la volun­ tad, el conocimiento, la moral, etc.: «Si se observa al hombre desde fuera, si se observa su estructura corpórea, si se conoce la filogénesis zoológica, y si se conocen también los fósiles, los restos de esqueletos de vida desaparecida hace ya tiempo, se va abriendo paso una deter­ minada teoría, tanto más cuanto más ceda uno al instinto conceptual de la sim­ plificación y de la unificación: la teoría del origen directo del hombre de los antropoides. Esta teoría afirma que piensa biológicamente precisamente porque piensa a partir de los corporal, a partir de la estructura del cuerpo, a partir de las leyes evolutivas de la vida orgánica. Precisamente por ello, no llega al aspecto interior del hombre, y precisamente por eso ha de poner el máximo valor en los experimentos con chimpacés realizados por Köhler (la llamada psicología ani­ mal), según los cuales los antropoides tienen inteligencia, e incluso inteligencia creadora. De aquí el esquema de una teoría global, tal y como hoy domina generalmente, pero al precio de un abandono completo de la vida interior del hombre o de representaciones absolutamente infantiles sobre el contenido de la misma. ¿Qué es el lenguaje? ¿Qué es la fantasía? ¿Qué es la voluntad? ¿Existe el conocimiento? Y, si existe, ¿qué es lo que conoce y qué no; por qué precisa­ mente esto y no aquello? ¿Qué es la moral? Y, ¿por qué existe algo de ese tipo?» 14. En tercer lugar, la teoría clásica de la evolución pretende —como refle­ ja, en parte, el texto anterior—ser una concepción biológica del hombre. Pero, este concepto, entendido en el sentido que Gehlen tiene del mismo y que considera correcto, como explicaremos luego, equivale en la perspec­ tiva del evolucionismo clásico a una concepción «naturalista»; a una con­ cepción que, partiendo de lo corporal y en una supuesto posesión, o bajo 14. Cfr. El hombre, 15; también 123-30.

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