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ROGER BACON: SUS IDEAS EXEGETICAS 291 7.°) Todo lo anterior es fundamento para la determinación de los sentdios bíblicos: Séptima causa cuare oportet nos scire rationes linguarum est pro sen* su literali sciendo et spirituali eliciendo veraciter ex literali. Et posset haec causa dividí in dúo, sed non est jus. Et hic notandum quod haec séptima causa cum sexta debet considerari super omnia, et magis quam sexta. Nam si litera est falsa, sensus literalis et spiritualis sunt falsi. Et ideo linguae corrigentes literam sunt necessariae ad hos sensus {Opus Tertium, c. 25: Brewer, 94). Creo que no hay mayor dificultad en aceptar estas siete razones, e incluso teóricamente pueden reducirse a una: es necesario hacer la exégesis sobre el texto original pues toda traducción, en alguna medi da, aunque mínima, lo altera. Sin embargo, ya hemos tenido ocasión de observar, a propósito del estudio de las lenguas, que Bacon no exi ge en forma indispensable que todo clérigo pueda realmente leer sin dificultad en griego o hebreo; él tenía conciencia de las limitaciones a tal posibilidad. Sin embargo, en su época, todos los maestros de teo logía hacían comentarios escriturísticos, pues la teología era una uni dad orgánica, sin distinciones y menos aún, especializaciones. Por lo tanto, Roger sabía que, en definitiva, su propuesta llevaba a una situa ción escabrosa: o bien exigir que toda exégesis se haga sobre origina les, y entonces exigir que todos los maestros de teología fuesen lin güistas; o bien limitar la posibilidad de hacer exégesis a quienes no supiesen lenguas. La cuestión era un verdadero dilema para quien, co mo él, prefería la teología bíblica a la sistemática, y por tanto, indis pensablemente exegética. Bacon no se resolvió por ninguno de los cuernos del dilema. Lo eliminó mediante una tercera posibilidad, de «compromiso» si se quie re, pero que le parecía más factible. Tal era el uso de versiones corre gidas y compulsadas con el original. En otros términos, la exégesis pro puesta, más que exclusivamente basada en las lenguas antiguas, parece fundada en la comparación de las versiones latinos con los originales, y la aceptación de aquella que resultase más fiel al sentido primigenio. En realidad Bacon no se indignaba tanto contra el hecho de que los maestros de teología enseñasen sobre textos latinos, cuanto contra la corrupción de los mismos, y aún, más, contra la indiferencia manifes tada por los profesores frente a las propuestas de corrección o a la rá pida aceptación de arreglos insuficientes.
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