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ROGER BACON: SUS IDEAS EXEGETICAS 289 Pero sí podemos decir que la idea, no siendo absolutamente origi­ nal de Bacon, recogía un espíritu y una práctica que él conocía bien y que admiraba (basta pensar en las frases alabanciosas que dirige a Gros­ seteste, uno de los promotores de dicha práctica); y además lo hacía con mayor amplitud, proponiéndolo no como una posibilidad o una alternativa válida a otras formas de hacer exégesis, sino como la única forma legítima de hacerla. El segundo grupo de propuestas se refiere más propiamente a la interpretación escriturística. Ya sabemos que desde los primeros siglos, la interpretación paitirística se distinguió en dos corrientes: una que ponía el acento en el sentido propio o literal (antioquena) para cons­ truir sobre ello los «tipos», y otra, más preocupada en el sentido espi­ ritual o lectura cristiana, sobre todo del Antiguo Testamento, cuyo mé­ todo interpretativo era fundamentalmente metafórico (alejandrina). Con el correr del medioevo ambas formas se funden, con pérdida del infieres en el sendo ]literal estricto. Al mismo tiempo, el respeto por la tradición hace que sigan repitiéndose interpretaciones clásicas, como las de Agustín, los Gregorios Niseno, Nacianceno y Magno, Teodoro de Mopsuestia y algunos otros. Hacia fin del primer milenio pesaba la autoridad de Alcuino y Beda, que tuvieron numerosos seguidores. Y ya en la inmediata pre-escolástica no encntramos tampoco una radical modificación de estos criterios, ni siquiera en Bruno o Pedro Lombar­ do. Toda esta tradición cuajó en la teoría de los cuatro sentidos bíbli­ cos, sobre la que volveremos en su oportunidad. Bacon la conoce y pa­ rece aceptarla, al menos de palabra, pero los resultados de sus propues­ tas concretas, en realidad modifican profundamente esta concepción, de tal modo que, con su sistema, la mayor parte de las interpretaciones tradicionales queda descartada. En tercer lugar, Bacon recoge una idea común al grupo oxoniense y en general a la escuela franciscana: la preocupación por elaborar una teología bíblica, que se apoye en supuestos propios de la revelación y no en terminologías y teorías ajenas, como las categorías filosóficas de que usaba (y abusaba) la teología sistemática. En este sentido se opo­ nía al estilo de estudios teológicos organizados sobre las Sentencias. No obstante, Bacon, que mo fue maestro en Teología, no dejó un plan con­ creto de cómo debería ser la teología bíblica por él admitida. Es por eso que la reconstrucción de su pensamiento debe tener en cuenta por una parte las características generales del movimiento, y por otra, lo

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