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ROGER BACON: SUS IDEAS EXEGETICAS 287 4.° Otras técnicas. La alquimia 108 Muy brevemente nos referiremos a este punto, pues tiene mucho menos importancia. El principio general es: siempre que en un paso escriturístico se haga referencia a un evento técnico, es necesario pri mero comprenderlo en su sentido científico, para entender correctamen te la literalidad, antes de pasar a cualquier otra interpretación. Así in terpreta en De secretis operibus artis et naturae, c. 6, la destrucción de los medianitas a manos de Gedeón (Jn 7, 19-20) como que el fuego de las lámparas propagando rápidamente y atacando materia inflamable, produjo el desastre en el campamento enemigo. Es decir, la inspiración divina del hecho está en sugerir el ardid, y en la correcta interpretación del sueño (w . 13-14) pero el acontecimiento mismo es totalmente na tural, responde a causas físicas y como tal puede ser explicado. Con este pensamiento se opone Bacon a las interpretaciones excesivamente fantasiosas, sentando el principio de que, en lo posible, ha de preferir se la explicación más congruente y racional. Aunque, desde luego, su explicación es, hoy, científicamente poco convincente, el principio nos parece acertado. Como casi todos los pioneros, tuvo intuiciones gene rales mucho más válidas en su conjunto que en sus aplicaciones par ticulares, a veces lamentables y desafortunadas. Pero siempre los suce sores tendrán la posibilidad de corregir esos defectos. 108. La alquimia fue una de las disciplinas más caras a Bacon, quizá por las posibilidades que veía en ella, en cuanto al poder de transmutar los ele mentos mediante la experimentación de resultados. Justamente se ha obser vado que su famosa «scientia experimentalis», más bien metodología general del saber, responde bastante bien a la idea que Bacon tenía de la alquimia. Su afición por las obras esotéricas de los alquimistas lo hizo sospechoso y probablemente fuera este tipo de trabajos la causa, al menos oficialmente justificable, de sus condenaciones. Pero además de sus fantasías, algunos in vestigadores modernos le reconocen auténticos logros en este campo; así, por ej., H. W. Hime reivindica para Roger la individualización de la fórmula para la preparación de la pólvora de disparo, no inventada, sino descubierta acci dentalmente por él. Se basa en la interpretación de un criptograma de la Epístola de Secretis Operibus. Desde luego, esta posición no es compartida por todos los estudiosos, pero indica nuevas vías de búsqueda histórica (Cfr. Roger Bacon and gunpowder, en Essays..., 321-335).
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