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ROGER BACON: SUS IDEAS EXEGETICAo 261 pretaciones, más propias del entusiasmo dentista del siglo pasado, hoy están en decadencia. Queda, en todo caso, la afirmación baconiana de la necesidad de las ciencias para entender las Escrituras, supuesto que su prístino sentido se ha perdido. La otra idea que justifica la postura baconiana es el simbolismo cós­ mico o universal. Ya ha sido correctamente observado 89 que entre la época Patrística y el s. XIV en que se ordena y compila la tradición escolástica, no hay propiamente división entre teología dogmática y exégesis, e incluso el saber filosófico no es sino un elemento más del conjunto. Todo este transfondo platónico, retomado por Orígenes, y en el s. X II por la Escuela de San Víctor, los Benedictinos y el Císter, claramente expresado en la Disdascalia, se puede condensar en el rasgo teocéntrico, o tendencia humana hacia Dios, y en el simbolismo: existe una especie de unidad original simbólica que liga la realidad de tal mo­ do que las cosas presentes son imagen de las celestes. La alegoría no titud conservadora de la teología y de los prejuicios. Ve a R. Bacon como un «héroe», una víctima de la persecución del oscurantismo religioso (p. 185 ss). Es evidente que en esta obra, más bien de divulgación, se retoman ideas aún más antiguas, como las de E. Charles, Roger Bacon, sa vie, ses ouvrages et ses doctrines, París 1861, donde, en tono más científico y mesurado, se expo­ ne el pensamiento baconiano, incorporando algunos de los descubrimientos y trabajos de Cousin, y presentando a Bacon como un precursor del rompi­ miento de la tradición medieval que significó el Renacimiento: «La gloria más sólida de Bacon, su originalidad más profunda, es haber presentido y llama­ do, por sus votos y sus esfuerzos, a la gran revolución literaria y científica cuya señal fue el Renacimiento» (p. 165). También B. Haureau en su Histoire de la philosophie scolastique, París 1872-1880, Frankfurt 1966, II, 2, 75-94, al tratar de nuestro autor se inscribe en la línea de Charles al presentarlo co­ mo precursor de Comte. En cambio M. de Wulf, en su Histoire de la Philoso­ phie Médiévale, T. II, Paris-Louvain 1925, 126-138, se esfuerza por presentarlo como un escolástico, aunque debiendo reconocer que su «escolástica» es muy especian (p. 138). Más conservadora aún es la interpretación de D. Fleming, R. Bacon e la scolastica, II V II Centenario..., 529-572, pues intenta demostrar que Bacon no se ha separado radicalmente del cuerpo tradicional de la doc­ trina escolástica. Una postura tan apologética, sobre todo aplicada a un autor que vivió en tiempos de nacimiento de la escolástica (y por tanto mal puede hablarse, para el s. XIII, de una «tradición escolástica»), quita mucho mé­ rito al trabajo, pues su ensamble es notoriamente forzado. Hemos citado por extenso estas posiciones extremas para mostrar que los intentos apologéti­ cos, en uno u otro sentido, sean para mostrar la «modernidad», o la «orto­ doxia», sean con matiz laudatorio o peyorativo, sólo han contribuido a oscu­ recer una recta comprensión de su pensamiento y a acelerar el proceso me­ cánico de encasillamiento y su automática expulsión del sector contrario. La que sale perdiendo es la verdad histórica y la posibilidad de repensarla filo­ sófica o teológicamente. 89. P o r ej , J. P ikaza , Exégesis y filosofía, Madrid 1972, 6 ss.

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