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256 CELINA A. LERTORA MENDOZA Bacon no desarrolló esta idea de una semántica básica universal, sino que se limitó a exponerla, admitiendo que es posible establecer correlaciones biunívocas entre las lenguas, aunque fuesen imperfectas. Estas ideas, que a veces explícita, y a veces implícitamente están en sus obras, pueden considerarse precursoras de algunos humanistas. Nos parecen especialmente originales y dignas de atención las siguientes: 1.°) La existencia posible de una lingüística general. Ya hemos di­ cho que Roger no desarrolló este punto, sino que lo expuso progra­ máticamente al comienzo del Compendium Studii Theologiae. 2.°) Idea de una gramática comparada y estudios sobre la natura­ leza de los dialectos. Ya vimos en el punto anterior, que las tres gra­ máticas (dos griegas y una hebrea) pueden considerarse intentos de una estructura básica que permitiera comparar lenguas entre sí. De hecho sólo lo hizo entre el griego y el latín, probablemente por ser lo que do­ minaba mejor. Su idea de la derivación de las lenguas, acerca de lo que hemos hablado, es incorrecta si se atiende a su modo de exponerla, pe­ ro sus observaciones serían válidas para las familias de lenguas (por ejemplo las semíticas o las indoeuropeas, distinción desconocida para él) o para los dialectos entre sí y con relación al tronco común. 3.°) El concepto de impositio vocis es una verdadera originalidad y un aporte a la lógica y la lingüística medieval, pues intenta clarificar de modo sistemático y sometido a reglas, las relaciones entre el término y la idea que expresa; es decir, admitiendo la autonomía de la compo­ sición terminológica con relación a la conceptual. En una época en que la lógica dominaba a la gramática y en que no se discutía sobre tales relaciones, la proposición baconiana puede considerarse un notable adelanto. 4.°) Conocimientos e importancia de la etimología. Ya hemos visto en los puntos anteriores, que una de las críticas más fuertes que hace Bacon a los teólogos de su tiempo es desconocer la etimología real de los nombres, e inventar cada uno a su gusto; aunque sea con fines pia­ dosos tal práctica le parece perniciosa y en definitiva contraproducente, pues habiendo tantas «significaciones» cuantos sean los predicadores, sólo se logrará aumentar la confusión de los oyentes. En sus diferentes obras, particularmente en la Gramática Griega, los Opus y el Corrtpen- dium Studii Philosophiae da numerosos ejemplos de estos errores, al­ gunos de los cuales ya reseñamos. Si tenemos en cuenta el estado gene­ ral de conocimiento sobre esta materia en su tiempo, debemos decir

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