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250 CELINA A. LERTORA MENDOZA rece haberse preocupado del sentido de los tiempos, y menos aún dis­ tingue entre las funciones de los tiempos en griego en cuanto difieren del latín. No considera la infectividad o confectividad de los tiempos, sino sólo su analogía puramente cronológica, conforme al uso latino. Sin embargo, parece haber atisbado diferencias de significación en este sentido, entre los tiempos «pasados» del griego, pues dice con respec­ to al aoristo que se llaman «praeteritum infinitum, quod non eget determinatione sed significat praeteritionem in communi et indeterminate» (Hirch, 169). De todos modos es una referencia muy escueta y vaga como para deducir lo que pudiera haber sabido Bacon al respecto. Además, hay que tener en cuenta que este capítulo está incluido en un plan que con­ templa la morfología de la lengua, y no la sintaxis, y por tanto no hace ejemplos de uso de los tiempos, modos o voces. Las explicaciones que siguen a los modelos (Hirch, 170 ss) son generalidades sobre la escri­ tura, la formación y a veces la semántica, pero nada tienen que ver con la sintaxis. La pairfce final del tratadlo estudia morfológicamente la for­ mación de los tiempos pasados, es decir, la combinación de temas, ra­ dicales y terminaciones. El hecho de la ausencia total de nociones de sintaxis hace pensar que esta gramática ha quedado incompleta. No sirve tampoco la Greek Grammar para dar una idea de lo que pudiese faltar, pues es aún más general, da sólo los elementos esenciales y reglas de formación básicas, junto con algunos ejemplos de errores en el uso, que en su mayoría se encuentran en sus otras obras. En cuanto a la llamada Gramática hebrea, no es más que un es­ bozo, y se ve claramente que ni siquiera ha sido redactado de modo definitivo, sino que son meros apuntes. Teniendo en cuenta que co­ mienza de la misma manera que la griega, es decir, por el alefato, la transliteración, los nombres y valores (Hirch, 202-203), se puede su­ poner que el primitivo plan de la obra sería semejante. Pero sólo ha llegado a componer algunas palabras y a proponer algunos ejemplos, la mayoría de los cuales, como dijimos, están en el Compendium Studii Philosophiae. Pero además de estos contenidos, que en sí no son excesivamente valiosos hoy, importa hacer algunas observaciones para fijar este tra­ bajo en su justo valor. En primer lugar, Bacon había constatado que no existían gramáticas griegas ni hebreas en las cuales pudiera apren-

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