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224 CELINA A. LERTORA MENDOZA En suma, «Septuaginta» puede entenderse en tres sentidos: 1. la primera edición del hebreo al griego; 2. la que se contenía en la hexa- plas; 3. la edición que se hizo sin obelos y asteriscos (que marcaban las adiciones y sustracciones según Septuaginta, el texto hebreo y los otros interpretes) y que por tanto sufre de incorrecciones varias. Es interesante al respecto, notar que Bacon tenía una idea clara del pro ceso de corrupción de Septuaginta, tal como aquí lo expone (Brewer, 341), y que lo acerca bastante al estado actual del problema51. Sin em bargo, considera posible hallar una versión fiel, que es justamente la de Jerónimo. Según Bacon, se ha producido la paradoja de que la «vul- gata», traducción de la Septuaginta corrupta, fue la aceptada posterior mente por el Papa y por los maestros parisinos, no siendo propiamente la traducción de Jerónimo sino una versión modificada y desde luego llena de errores (Brewer, 342). Por lo tanto, no puede aducirse la au toridad de Jerónimo para legitimar las versiones existentes, y mucho menos las correcciones que cada uno quería introducir. Además tiene Bacon una teoría acerca del origen de ciertas modi ficaciones o lecturas alternativas, las cuales, tomándose luego errónea mente —como igualmente váldias, o elegidas acríticamente por copis- 51. Sobre este punto, un análisis muy actual de N Fernandez Marcos, L o s estudios de Septuaginta. Visión retrospectiva y problemática más reciente, en Cuadernos de Filología clásica 11 (1976) 413-468, y también D. Barthélemy, Origéne et le texte de l’A.T., en Epectasis (Homenaje a Danielou), París 1972, 247-261. Hoy se admite que Orígenes, viendo que los textos de Septuaginta no coincidían entre sí ni con el hebreo, queriendo sanear la versión de los LXX puso la versión más semejante al hebreo, lo cual hace que ponga no el ori ginal, sino correcciones posteriores, como la recensión protoluciánica (pues el protomasorético que estaba a su alcance no coincide siempre con el origi nal de LXX). También se admite que los discípulos de Orígenes creyeron que la quinta hexaplar reproducía sin más Septuaginta (cuando en realidad te nía numerosos retoques marcados con los signos diacríticos) y la copiaron sin ellos. Sin embargo, después de los trabajos de Mercati, se sabe que estos signos no estaban siempre en la quinta columna original, sino que se añadie ron después, al menos si se tiene en cuenta el manuscrito examinado por él. Kahle y Lietzman opinan lo mismo. En cambio Field y Brock opinan que el manuscrito ambrosiano en que se basa Mercati es una copia tardía y que no necesariamente reproduce la Hexapla como tal. En suma, dado que esta es cuestión aún no resuelta, la opinión actual más generalizada es la de Barthé lemy: las correcciones de Septuaginta para acomodarla al hebreo se hicieron por otras versiones griegas (Aquila, Símaco y Teodoción) y toda la Hexapla sería como un elemento instrumental anotado a fin de realizar una edición crítica de Septuaginta, que fue propiamente su recensión, la cual contenía los signos diacríticos de que dan cuenta Eusebio y Jerónimo,
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