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218 CELINA A. LERTORA MENDOZA ción intolerable: la corrupción de las versiones que corrían en las igle­ sias, comunidades y universidades de su tiempo. ¿Cuál era ese texto? Conviene hacer un poco de historia previa, para comprender mejor las acusaciones baconianas. La Vulgata latina Desde muy pronto comenzó en la Iglesia latina la labor de traduc­ ción de los textos. Según el testimonio de Tertuliano, al fin del s. II ya había muchos libros traducidos, pero no se conocen los traductores. El texto base de estas versiones fueron para el Nuevo Testamento los có­ dices griegos del s. I y principios del II y para el Antiguo las versiones existentes, que indudablemente tienen hoy valor crítico: apreciar la evolución de la lengua, y, por su fidelidad, son también una ayuda para la reconstrucción del texto original de Septuaginta. En cambio, su valor exegético y su importancia en la historia de la exégesis es mucho me­ nor38. Estas traducciones se propagaron y mezclaron, de tal modo que hacia el s. IV las encontramos reunidas en tres recensiones: la de Orí­ genes (o Eusebio o Pánfilo), la de Hesiquio y la de Luciano, según la «trifaria varietas» de que habla Jerónimo. Sin embargo, sabemos por Agustín que los códices latinos enmen­ daban a los griegos, y en ésto son contestes Rufino y Jerónimo39. Co­ múnmente se conocen estas familias como africana y europea. Es así que en el s. V tenemos la importante labor de Jerónimo que enmendó las versiones existentes del Nuevo Testamento y luego las del Antiguo siguiendo al griego hexaplar. Finalmente, realizó una versión completa del texto hebraico según tres principios: 1. intelligere textum\ 2. red- dere non verba, sed sensum; 3. latini sermonis elegantiam non negle- gere. En cuanto a las consonantes, siguió el TM, pero como no existía aún fijación vocálica, se ayudó con las enseñanzas de los rabinos y por comparación con las traducciones de Septuaginta, Aquila y Símaco. E s­ ta versión tomó inmediatamente gran autoridad, y el mismo Bacon re­ conoce que es muy buena40. 38. Cfr. Institutiones Biblicae, Vol. I, De S. Scripturae in Universum, Ro- mae 1929 (3.a ed.); A. Vaccari, De versionibus, 276. 39. Ibid., 278. 40. Cfr. Opus Tertium, c, 25: Brewer, 92. Sobre este punto insiste F. A. G asquet , Roger Bacon and the Latin Vulgate, en Essays contributed by various w riters, Oxford 1914, 93 ss.

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