PS_NyG_1989v036n002p0195_0372

ROGER BACON: SUS IDEAS EXEGETICAS 215 mismo, de su lengua original. Puesto que la Biblia no está escrita en latín, sino en hebreo y en griego, es necesario conocer estas lenguas para saber qué dice la Escritura. Otras disciplinas, en cambio, son ne­ cesarias para interpretar correctamente el sentido de un texto, supuesto que ya se conozca su traducción, por ej. donde queda el Jordán, qué clima hay en Palestina, a qué distancia de Galilea está Jerusalén, etc., son conocimientos propios de la geografía, que ayudan a entender el por qué de algunas frases que narran acciones o explican actitudes de los personajes bíblicos. Por fin, hay otras disciplinas que no nos hacen comprender el texto ni en su literalidad ni en su sentido histórico, sino que coadyuvan a la formulación de una interpretación teológica; po­ niendo un ejemplo del mismo Bacon, la óptica permite una compren­ sión de las frases sagradas, en sentido analógico, por analogía con su estructura científica. Estos tres grados no tienen la misma significación, ni —para nosotros— la misma importancia. La aplicación analógica de conceptos científicos para entender verdades teológicas no se usa, ni se propone, para la exégesis en sí misma, sino para la formulación de una teología bíblica. Aunque tampoco Bacon distingue muy claramente en­ tre ambas, es evidente que el papel asignado a estos instrumentos no puede considerarse propiamente exegético. En cambio los otros dos sí. Por ello estudiaremos primero lo relativo al uso de las lenguas bíbli­ cas, y luego analizaremos las propuestas concretas baconianas sobre la incorporación de datos científicos a la comprensión de los hechos bí­ blicos, entendidos como históricos, y aún como simbólicos (caso de los números y sus relaciones, analizado por las matemáticas). 1. Estudio de las lenguas Bacon obviamente tenía gran facilidad natural para las lenguas y seguramente conocía todas las que menciona, aunque no es fácil deter­ minar su grado de perfeccionamiento en ellas. Instó siempre a los la­ tinos a estudiar griego, hebreo, árabe y caldeo, para leer a los santos y a los sabios. En su tiempo tuvo fama de hombre versado en lenguas, pero desde el siglo pasado se ha tratado de establecer con bases más ciertas el valor de Bacon como orientalista. De hecho se sabe que algu­ nos maestros considerados «traductores», como Grosseteste, no tenían dominio profundo de la lengua antigua sino conocimientos más o me­ nos sistemáticos que no les permitían traducir directamente, sino que se servían para ello de otros intérpretes, corrigiendo o haciendo las pre­ cisiones necesarias en los aspectos técnicos.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz