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196 CELINA A. LERTORA MENDOZA más de tres o cuatro trabajos monográficos destinados a puntos exegé- ticos o relacionados a su concepción teológica. No obstante, consideré que era positivo sacar a luz sus ideas en forma más orgánica que los escasos trabajos que conozco, y que datan de principios de siglo (y que por tanto, carecen de una perspectiva histórico-crítica más exacta, como la que tenemos actualmente). La elección de este autor tiene el impon­ derable subjetivo del interés personal, y en este punto no suele estar sometido a crítica. Pero además quisiera justificar esta elección por dos motivos: uno general, mi interés por la Escuela de Oxford, y otro es­ pecial, relativo al mismo autor. La Escuela de Oxford ha sido un hito en la historia de la filosofía y la ciencia, de una importancia inmensa y sólo últimamente revalorada. En tal perspectiva es importante apor­ tar a la nueva visión los datos que hagan a nuestra disciplina. Y en cuanto a Roger Bacon, se puede decir otro tanto, con el añadido, a nues­ tro favor, que en los últimos años se ha editado críticamente toda su obra, y por tanto podemos hacer de él un estudio más completo que el factible con otros autores en buena parte inéditos. Pero el interés por la historia no es, para mí, meramente anecdó­ tico, un regusto en hurgar un pasado enterrado. Creo firmemente que la historia puede enseñarnos mucho, aunque lamentablemente solemos aprender poco de ella. Los problemas que afrontaba Bacon guardan re­ lación con sucesos importantes de los siglos posteriores, que marcaron direcciones teológicas no siempre afortunadas. Repensar sus soluciones puede ayudar a comprender no sólo dcode estuvo la falla, sino a evitar otras semejantes en el presente y para el futuro. Creo que las propues­ tas baconianas en su nuda redacción acusan el paso de los siglos, y no nos sirven directamente como exégetas actuales. Pero el espíritu que lo animaba y aún algún atisbo cuasi profètico, entiendo que son materia para reflexionar. Tal reflexión es ya un asunto propio de cada cual, y por eso mis conclusiones sólo reflejan lo que estimo objetivo y deducible de la ex­ posición precedente. Exceder esos límites cae fuera de un trabajo que pretende sistematicidad científica. No obstante lo señalo porque la exé- gesis, o la historia de la exégesis, no es solamente una ciencia o una práctica hermenéutica, es también y ante todo, un modo mejor y más pleno de ayudarnos a entender y vivir el Cristianismo.

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