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212 CELINA A. LERTORA MENDOZA nar, sino que distingue claramente entre la moral y el resto de la filo­ sofía. Incluso al poner a las demás disciplinas a su servicio está hacien­ do una clara distinción, pues nada está al servicio de sí mismo. Lo que sucede es que en el conjunto de su pensamiento, Bacon ha intentado una síntesis doctrinal omnicomprensiva, pero ésta no pertenece a las disciplinas particulares. Por otra parte, estimamos que la moral baconiana, aún en su ver­ sión pretendidamente filosófica del Opus Maius, no es moral filosófica sino teológica. Por tanto no se trata tanto de no haber distinguido en­ tre metafísica y moral, sino más bien en no distinguir la moral filosó­ fica de la teológica: en el ámbito cristiano, una es absorbida en la otra. Además creemos que, aún exagerando las posibilidades demostrativas de la metafísica, no la confundió con la teología, porque hay otro con­ junto de verdades que él reconoce ajenas a su ámbito y propiamente recibidas por revelación34, particularmente lo relativo a los ángeles, Cristo y el Anticristo. La metafísica baconiana tiene pues, claramente, dos partes: una es el estudio de la causa primera, cuyas conclusiones, compartidas con la moral (o más bien coincidentes con el dogma) son las enunciadas anteriormente, y otra, que es el ordenamiento y justifi­ cación de las ciencias, proveyéndolas de sus principios ontológicos y gnoseológicos. Viendo la composición de la metafísica en su totalidad, es posible afirmar que Bacon la distinguía de la teología, otorgándole a la primera una primacía metodológica, y a la segunda una primacía axiológica35. Pero esta búsqueda filosófica —por medios puramente racionales y naturales— fue históricamente precedida por una revelación, que es don divino. A partir de estos datos, oscurecidos por la pecaminosidad humana, los filósofos, trabajosamente, han elaborado una ontología y una gnoseología. Por eso es posible que la lectura de la Biblia inspire 34. Opus Maius, VII, Philosophia Moralis I: Bridges II, 228-239. 35. Cfr. E. M accagnolo , R. Bacon e la metafísica classica, en Studi Fran- cescani 52 (1955) 363-365. Además, hay que tener en cuenta que el primado me­ todológico también se relaciona con las ciencias y con los modos de acceso a la realidad (problema gnoseológico). En este sentido también corresponde a la metafísica la valoración de los tres modos de conocer: por autoridad, por la razón y por la experiencia. El primero es insuficiente porque sólo llega a la creencia; la argumentación es superior ya que al menos alcanza una verdad formal, pero no certifica. En cambio la experiencia es el mejor modo porque además de ser racional es certificadora. El principio experimental que con todo rigor Bacon quería aplicar a las ciencias particulares, e incluso a la exégesis, tiene en él una fundamentación metafísica (Cfr. a. c., 373-374).

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