PS_NyG_1989v036n002p0195_0372

372 CELINA A. LERTORA MENDOZA norados y condenados han conocido o están por conocer su rehabilita­ ción. En realidad Bacon no fue condenado en cuanto a sus ideas teo­ lógicas, porque no tenían nada de sospechoso a los ojos de los censo­ res; fue simplemente olvidado o considerado un espíritu imaginativo pero sin mayor peso. Hoy se tiende a rever ese juicio. No sólo en filo­ sofía sino también en ciencia, y por tanto no es de extrañar que algu­ nos estén estudiando también sus aspectos teológicos 155, pues participa de la reivindicación general de la escuela franciscana: nuestra época prefiere a San Agustín sobre Santo Tomás, y eso es claro. Podemos decir entonces que las teorías baconianas, particularmente en cuanto a la cientificidad de la exégesis y a la importancia de la teo­ logía bíblica, gozan del voto de confianza de muchos teólogos actuales. Claro que no se trata de hacer una teología como él la hubiese hecho. Siete siglos no pasan en vano. Pero leyendo algunos de sus párrafos sorprende su «actualidad» y se podría pensar que escribe algún autor contemporáneo. Esa es la mejor prueba de nuestra receptividad a es­ tas ideas. En suma, todavía pueden meditarse con provecho varios de los consejos baconianos. Celina A. L értora M endoza 155. Una prueba reciente de este interés es la edición y traducción al in­ glés del Compendium Theologiae: Compendium oj the study of theology, Edi­ tion and translation, with introduction and notes by T. S. Maloney, Leiden 1987.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz