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350 CELINA A. LERTORA MENDOZA incluso utilizados para sacralizar las realidades profanas, en cuanto las bendiciones y fórmulas son un modo de «develar» las significaciones inscriptas en las creaturas 147. De allí la importancia de h. fórmula, sobre la que volverá Bacon con su acostumbrado apasionamiento. Por eso las acciones simbólicas del culto, destinadas primitivamente a re-presentar los misterios, son entendidas como «explicaciones» intelectualizables. Esto es particularmente notable en el caso de la Eucaristía. La escuela oxoniense mantuvo una dualidad tensa en cuanto a su propia actitud frente a esta labor del intelecto. Por una parte cultivó la ciencia del modo más estricto, unívoco y sistemático que hubo en dicho siglo. Por otra, se apegó a la alegoría teológica como modo congènito de ex­ presión religiosa. Esta tensión nunca pudo ser superada, y quizá allí esté una de las raíces de su doble hundimiento, porque esa dicotomía no podía sostenerse indefinidamente en el campo del pensamiento, aun­ que la historia de las ideas, que es más lenta que la vida de los hom­ bres, les permitiera a algunos de ellos mantenerla durante toda su ca­ rrera de científicos y eclesiásticos. Si Grosseteste, March, Bacon y Pec- cam pudieron hacerlo, ya en Mediavilla nos encontramos con un receso claro del alegorismo (por lo demás reducido en Peccam sólo a los ser­ mones píos). Y a la vuelta del siglo ya no quedarán más restos; la teo­ logía oxoniense copiará a la de París y comenzará a producir un ingente número de Sumas y Quodlibetos. Estas obras y sus caracteres, a los que brevemente nos hemos refe­ rido, constituian una unidad congruente con los métodos de enseñan­ za de las escuelas de Chartres y de los Victorinos. La doctrina sacra se deducía de la sacra pagina y no tenía todavía el carácter absolutamente sistematizado que adquiere después. La lectio divina del monacato te­ nía forma de catequesis y de homilía. Esto no es solamente una diferen­ cia literaria, es también un modo de entender la enseñanza teológica. No en vano se han destacado las relaciones entre la teología bíblica, el monacato y la enseñanza en forma de catequesis, y por otra parte sus opuestos: la teología sistemática, la universidad y la enseñanza en forma de Quaestiones. Con todo, esta distinción no debe exagerarse. No hay un paso abrupto entre una y otra etapa, sino un progresivo perfeccionamiento de las formas sistemáticas, que al comienzo siguen utilizando la exégesis alegorizante, pero que ganan espacio para sus dis­ putas conceptuales a expensas de los antiguos sentidos bíblicos. Ya los 147. C fr. M.-D. Chenu, o . c ., 179.

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