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ROGER BACON: SUS IDEAS EXEGETICAS 345 cido más de cien años antes. Un ejemplo más del esfuerzo de Bacon por rescatar la tradición utilizando los medios a su alcance: en este caso, la postulación de los estudios gramaticales. Como vemos, la exégesis espiritualista de Bacon no se diferencia esencialmente de la tradición victorina, que conocía y apreciaba, salvo quizá en poner más el acento en los aspectos «científicos» o datos «ob­ jetivos» de los textos, es decir, en insistir más en el literalismo. Pero Bacon no vio que el problema de los sentidos espirituales era más gra­ ve e iba por otros caminos. Necesitaba una reestructuración interna, y ello exigía una mentalidad simbólica y naturalmente sensible a la ale- gorización espiritualista. Los maestros y teólogos del s. X III carecían de esa virtud, y el mismo Bacon no es muy rico en tales dotes. La mentalidad objetiva, univocista y sistemática, propia de la ciencia, se imponía al fin, y aun aquellos que intentaban salvar la tradición con tales nuevos instrumentos, como nuestro autor, en realidad contribu­ yeron más bien a terminar con ella. Lo que quizá haya quedado como enseñanza válida del esfuerzo baconiano, es que la exégesis es una ta­ rea seria y científica; si se abandona a las ensoñaciones cae en el des­ crédito y es barrida por la sistematicidad conceptual (como le pasó a los postvictorinos frente a las nuevas corrientes teológicas de París) que tiene en su favor la claridad y la comprensión lógica estricta; y que se presta más a la disputa que a la meditación. La otra observa­ ción que puede hacerse al esfuerzo baconiano, es que por más que se apuntale el sentido literal (y en eso él ha sido un maestro), con ello no se garantiza la legitimidad y el valor de las interpretaciones espiritualis­ tas. Por tanto, si bien se concede que todo sentido meta-literal debe fundarse en la letra, el uso del simbolismo bíblico tiene otras reglas, y más que reglas, otras exigencias sin las cuales no puede funcionar. Por eso el esfuerzo de Roger, aunque bien intencionado, estaba desti­ nado a fracasar. Lo cual no quiere decir que sus adversarios, los «siste­ máticos» tuvieran razón. Durante varios siglos la teología sistemática desplazó a la bíblica, cuya principal función era la exégesis, y esta quedó retrasada y arrinconada, casi inútil. Al revivir lo hizo sobre todo en cuanto al literalismo y a problemas científicos conexos, como pen­ saba Bacon. Pero los otros siguieron vistos como sospechosos, y toda­ vía es así. Algunos, como De Lubac, sostienen que eliminar los senti­ dos espirituales es empobrecer el contenido de la revelación. La cues­ tión es, pues, cómo hacerlo sin caer en los excesos que el mismo Bacon condenaba.

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