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338 CELINA A. LERTORA MENDOZA directas o indirectas, lo cual guarda analogía con el desplazamiento de las líneas de fuerza (y de los rayos lumínicos) que pueden ser directas (incidencia recta) o indirectas (incidencia oblicua). Es principio de la óptica y de la física, que la línea directa o de incidencia recta es la de máxima fuerza, mientras que las líneas oblicuas y las que determinan fracciones y reflexiones, producen efectos más débiles. Aplicando esta analogía a la conducta pecaminosa, tenemos resultados curiosos, y muy «antifeministas», pues la mujer es en este caso, el «anzuelo diabólico» que induce al pecado: Sed magis adhuc cavenda est multiplicatio recta sensibilis quam frac- ta vel reflexa, propter fortiorem actionem prius expositam. Máxime vero, ne species delectabilis recta cadat ad ángulos aequales in sen- suum, quia tune fortissima est, praecipue si conus pyramidis brevis oocurrat. Sic Eva recipdt speciem soni serpetntis et pomi visibilds et suavis odoris. E t Adama allectus est ut se et totum genus humanum specierum sensibilium multiplicatione damnaret. Sic David sanctus prophete per speciem Betsabeae deceptus de adulterio cecidit in homi- cidium. Sic senes presbyteri quod judicavit Daniel specie mulieris de- cepti sunt. Et certum est omnem hominem decipi speciebus rerum hujus mundi; quia secundum Johannem, 'omne quod est in mundo, vel est concupiscentia carnis, vel concupiscentia oculorum, vel superbia vitae’, a quorum amore nullus se potest abstinere, qui gaudet in sensu specierum quae venient a rebus (Opus Maius, IV: Bridges I, 218-219). Pasando por alto el evidente exceso en la analogía de las líneas de incidencia (pues las cuestiones morales no pueden medirse matemáti camente), es evidente que Bacon quería justificar una regla moral muy usada por los moralistas, confesores y directores de conciencia: evitar las ocasiones de pecado, entendiendo por tales las situaciones que nos ponen en contacto directo sensitivo con el objeto concupiscible. Aquí la analogía entre líneas directas-oblicuas está dada por la presencia- ausencia inmediata sensitiva del objeto que induce a pecado. Así, Eva fue tentada más fácilmente porque tuvo a su alcance la manzana con todas sus propiedades apetecibles, David sucumbió al pecado por la presencia física de la mujer de Urías, etc. No deja de resultar intere sante este esfuerzo por justificar «científicamente» una regla de con ducta cuyos resultados prácticos eran muy bien conocidos y apreciados por los moralistas. Hoy son cuestiones que pertenecen a la Psicología y no a la Física, pero al fin, también ahora se intentan explicaciones científicas de tales actitudes humanas, y eso nos parece correcto y aún
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