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ROGER BACON: SUS IDEAS EXEGETICAS 329 durante los diez años de interdicción de enseñar. Luego, nada tiene de extraño que, tras ese largo silencio, los Opus tengan una estructura y hasta un lenguaje muy diferente al de las cuestiones sobre las obras aristotélicas. Pero podemos asegurar que estas ideas, vertidas pública­ mente en 1267, estaban desarrollándose desde 1250, y en eso están de acuerdo todos los investigadores serios. Tal pensamiento fue mante­ nido hasta su muerte, en 1292. Son, pues, más de cuarenta años de fi­ delidad a su teoría de la necesidad de las ciencias para la teología. No puede decirse, razonablemente, que ese haya sido un pensamiento oca­ sional. En cuanto al valor de esta propuesta, repetimos que no hay que juzgarla anacrónicamente, sino a la luz de una situación concreta y de­ limitada. No hay en Bacon una oposición sistemática a los sentidos espirituales. El mismo pone numerosos ejemplos de tales interpreta­ ciones. Sólo que les la un contenido más restringido que en la práctica conduce casi hasta su desaparición. Modernamente se ha dicho que la exégesis literalista carece del sentido del matiz, es más científica que religiosa, y hasta algunos se lamentan del olvido de las antiguas formas de pensar. Quizá todo ello sea cierto, pero es que las formas de pensar cambian con las épocas. Los Padres podían hacer (y lo hacían muy bien) constantemente exégesis espiritualistas porque toda la estructura mental de su tiempo conducía a la facilidad de encontrar sentidos di­ ferentes de los naturales. La ciencia procede de modo contrario, y des­ de fines del medioevo, entramos en el terreno del pensamiento cien­ tífico estricto, que es unívoco, deductivista y sistemático. Bacon, como en otros momentos posteriores Tomás de Aquino, Nicolás de Lira, etc., son ya hijos —precoces— de un tiempo en el que la ciencia pasa a ser el primer analogado, al ejemplar del conocimiento, y en que se comien­ za a desconfiar de las interpretaciones subjetivas, vagas e imprecisas de las analogías y las metáforas, saívo que ellas puedan reducirse a, y deducirse de reglas lógicas. Hechas estas salvedades, queda por preguntar, más precisamente, qué entendía Bacon por sentido espiritual. En sus obras no hay una definición ni una caracterización. Apenas hay alusiones, pero que per­ miten reconstruir su pensamiento, al menos con alto grado de proba­ bilidad. El primer lugar, es un sentido derivado y no original. El ori­ ginario es sólo el literal. Luego, haciendo una especie de definición ge­ nética, podría decirse que es sentido espiritual todo el que se deriva del literal, conforme a ciertas reglas. ¿Cuáles son ellas? En realidad,

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