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326 CELINA A. LERTORA MENDOZA tual construido sobre él también es falso. Pueden citarse numerosos textos sobre este aspecto, pero nos limitaremos a dos muy breves y precisos: Praeterea nos videmus, quod sensus literalis stat in cognitione natu- rarum et proprietatum creaturarum, ut per convenientes aptationes et similitudines eliciantur sensus spirituales. Nam sic exponunt sancti et omnes sapientes antiqui, et haec est vera et sincera expositio, quam Spiritus Sanctus docuit (Opus Maius, IV: Bridges I, 175). E t necesse est, ut fiant haec coram oculis vestris propter intellectum sensus literalis et spiritualis eliciendi ex literali (Opus Tertium, c. 58: Brewer, 226). No queda duda, por tanto, que de este modo el alcance del sentido literal, tal como solía elaborarse en la exégesis de su tiempo, queda bastante restringuido 135. 2) Fundamento y concordancia con los conocimientos y métodos científicos Este es quizá un punto más originalmente baconiano que el ante­ rior, y se basa por una parte en su teoría de la unidad y jerarquización de los saberes, que ya hemos expuesto; por otra, en su íntima y per­ sonal convicción de la utilidad y dignidad de la ciencia. Los textos que podrían citarse para avalar esta segunda restricción son muchísimos. Prácticamente el contenido inicial de cada parte de cada Opus es una justificación de la necesidad del uso de los conocimientos científicos para evitar errores en la interpretación de la Escritura. Ahora bien, esos errores que Bacon trata de subsanar o evitar, residen en la com­ prensión del sentido literal, como hemos visto, pero también en la fija­ ción de las analogías entre el conocimiento de las cosas naturales y el de las sobrenaturales. El ejemplo del arco iris, que citamos por extenso en pp. 76-77, es una muestra de este tipo de razonamiento. Puesto que 135. En esto concuerda (adelantándose algunos años, si tenemos en cuen­ ta que el material de los Opus fue elaborado a partir de 1250) con Santo To­ más, quien sostiene que sólo del sentido literal pueden tomarse elementos para la argumentación y la disputa, pero no del sentido alegórico (ST I, q. 1, a. 10 ad lum). Los trabajos exegéticos de Nicolás de Lira imponen esta con­ cepción a los exégetas, de tal modo que la lectura espiritual, aunque man­ tenida en teoría, es cada vez menos usada en la práctica (Cfr. H. de L ubac , UEcriture, cit., 80).

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