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ROGER BACON: SUS IDEAS EXEGETICAS 295 3.°) Al interpretar una palabra o una frase de una lengua bíblica, no valen las analogías con palabras de otras lenguas, bíblicas o no. Solo es permitido recurrir a analogías intralingüísticas. Este principio está implícito en su crítica a las derivaciones semánticas arbitrarias, como los casos citados en el c. 7 del Comp. Stud. Phil. a que ya hicimos re­ ferencia. Y ésto vale no sólo para la labor de traducir, sino también para la interpretación por el sentido literal, como es obvio. 4.°) Las analogías intralingüísticas necesarias para interpretar una palabra bíblica deben tomarse restrictivamente. Es decir, no cualquier analogía puede fundar una interpretación, sino solamente aquellas que cumplan con determinados requisitos: tener en cuenta las radicales, tomar todas las consonantes, en su mismo orden y la composición de las sílabas. Este principio está implícito en su crítica a las traducciones erróneas a causa de falsas analogías o interpretaciones, es decir, a una incorrecta semántica, como los ejemplos que pone en el c. 6 del Comp. Stud. Phil. a que ya hicimos referencia. 5.°) Las autoridades que se aduzcan en favor de determinada inter­ pretación deben cumplir ciertos requisitos o reglas: a) Debe preferirse a los autores de la misma lengua. b) Debe preferirse a los más antiguos. c) Debe preferirse a los especialistas en gramática sobrelos sólo ocasionalmente se ocuparon de ella. El ideal sería el que cumpla las tres condiciones. En caso de discor­ dancia, no está claro cuál de las tres «preferencias» debe prevalecer. Es más bien una cuestión circunstancial, pero ateniéndonos a los ejem­ plos presentados por Roger en el Comp. Stud. Phil. parece que el or­ den de los dos primeros puede no ser relevante, pero el tercero es ne­ cesariamente prioritario. El resultado de tal labor será la comprensión adecuada del original. Por lo tanto, Bacon no ha propuesto, en ningún momento, un estudio crítico de los originales, tal como se entiende hoy el primer paso de la crítica textual. Su concepción se limitaba a lo que podríamos llamar una «crítica textual» del latín, para tratar de adecuarlo al griego y al hebreo. Con respecto a estas dos lenguas, tampoco se plantea, ni si­ quiera como hipótesis, que los manuscritos conservados y recopiados hayan introducido errores semejantes a los que él pudo apreciar en los latinos. Verdaderamente es extraño que no haya pensado en ello, pues es casi de sentido común suponer que un copista se puede equivocar

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