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SIGNIFICADO Y REFERENCIA 137 nuestra realidad física. Por ese motivo, conocer en plenitud estas leyes es descubrir el modo de comportarse de dicha realidad. c) E l mundo de los entes de ficción Junto a los nombres comunes con función predicativa universal y junto a la dimensión cuántica de las cosas expresada en número y figura geomé­ trica, otra clase de entidad configura el mundo del hombre: el arte. Escul­ tura, música, pintura, literatura —todo lo que pueda calificarse de «artísti­ co»—, aunque sean diversas sus formas manifestativas, poseen un denomi­ nador común, el de la ficción. Toda obra de arte exige, para serlo, como condición a priori sine qua non tener naturaleza y realidad ficticia. Ser entidad de ficción. Como es obvio, el arte abarca un amplio campo de problemas, pero al tratarse en nuestro caso de «Filosofía del lenguaje» interesa primariamente centrar nuestra atención en el discurso literario. Por ello, consideramos entes como «el Quijote», «el vellocino de oro», «el rey que nunca existió» y otros análogos. Entre los variados enfoques y contenidos que en su torno pueden llevarse a cabo, limitamos nuestras preguntas a las de este tipo: ¿cuál es la génesis y el estatuto del ente de ficción?, ¿en qué espacio y tiempo se mueve?, ¿qué relaciones guarda con el universo material? Un ejercicio fenomenológico nos obliga a distinguir entre el objeto ma­ terial corpóreo —por ejemplo, este reloj- — y ese mismo objeto, en cuanto contenido de la percepción. La realidad del primero es algo en sí que está fuera de la conciencia, algo que se puede tocar, ver, medir, analizar en sus constituyentes. La del segundo es algo también en sí, pero que existe sólo como pensado. La conciencia, por su propia y específica identidad, lo es siempre de o en referencia a. Su relación, así, con «este reloj» —en el ejemplo propuesto—, cuya realidad le es exterior, la define como actividad «espontánea» o «pre-refleja». Solamente se convierte en «refleja», cuando en el interior de sí misma percibe el objeto reloj en su realidad de pensado. Tal realidad se configura en forma de «imagen intencional» del reloj. Deje­ mos, ahora, de lado, en esta breve descripción fenomenológica, lo que tiene de fuerza argumentativa en orden a sostener la existencia de la cosa- en-sí, sometida a crisis por la filosofía kantiana. Nuestra atención, aquí, es reclamada únicamente por el hecho de que todo pensamiento, contraria­ mente a las tesis defendidas por el psicologismo, comporta una imagen de la realidad exterior. Pero resulta, además, que en la conciencia percipiente refleja se encuentran también imágenes a las que nada corresponde en el mundo material. Se trata de imágenes que son fruto de la capacidad fabula-

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