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SIGNIFICADO Y REFERENCIA 135 atribuible. De «esta silla», por ejemplo, se pasa a «la silla»; de «un hombre sabio» se pasa a «sabiduría». Por un lado, se nos descubre la sinonimia ontológica de los seres y, por otro, su identidad propiamente particular de realizarse. Con frecuencia, a estas entidades abstractas las colocamos fuera de la mente humana, como algo autónomo e independiente de la actividad de ésta, y hablamos de un mundo «ideal». Si, entonces, se pretende situarlo en un espacio y lugar concreto, la problemática platónica tantas veces de­ nostada y refutada parece hacer acto de presencia. A esta tentación de corte plantonizante induce el carácter de necesidad con que estas entidades abstractas se presentan que parece convertirlas en algo «atemporal» y, en consecuencia, eterno . En efecto, un objeto, para que sea él y no otro, debe poseer de manera permanente las propiedades que lo definen. Por ejemplo, el hombre fue, es y será siempre explicado por la «animalidad» y la «racio­ nalidad». Lo mismo acontece con todos los diversos entes que existen en el universo. Lo que son en su esencia, lo exhibe el concepto abstracto y universal que corresponde al nombre común. A esto se ha de añadir que la denotación y connotación de estos nombres disfrutan del modo de ser propio del lenguaje. Y a todos nos es evidente la facilidad con que éste es reificado. Antes de que yo hablara este idioma determinado, lo hablaron otros hombres. Y después de mí, sucederá otro tanto. La competencia lingüística alude al hecho de la utilización del habla como «algo» que recibimos y que existía con anterioridad a nosotros y que dejaremos en herencia a nuestros sucesores idiomáticos. Y ese «algo» se nos antoja, en­ tonces, existiendo en sí por encima de nosotros. «Algo» que cae más allá de lo contingente y efímero de la vida humana. «Algo» que escapa a nues­ tro tiempo y a nuestro espacio físico. «Algo», en definitiva, que es una cosa y, además, atemporal. Dentro de este mundo de entidades abstractas y universales, nos encon­ tramos con otras de naturaleza diferente. Son las que pertenecen a la esfera de la matemática y de la geometría. Sin duda alguna «hay números» o de manera más explícita «hay un n de tal índole que n es un número». Análo­ gamente se puede aseverar lo mismo de las figuras geométricas. ¿En qué se diferencian estos dos tipos de entidades abstractas? ¿Qué es lo que caracteriza particular y específicamente a los números y a las figuras geo­ métricas? En primer lugar, observamos que la denotación y la connotación de los nombres comunes y su entidad paralela abstracta y universal son fruto de la acción aprehensora y unificadora de la mente. Tal entidad existe sólo en tanto en cuanto es pensada. Es como una suerte de transposición del

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