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122 VICENTE MUÑIZ RODRIGUEZ b) El principio de verificación La formulación clásica del principio de verificación, hecha por Moritz Schlick, la explicaba Ayer en Lenguaje, Verdad y Lógica (p. 9) de esta manera: «un enunciado es literalmente significativo si, y sólo si, es analítico o empíricamente verificable». Por literalmente significativo, Ayer entendía «susceptible de ser mostrado verdadero o falso». Tenemos, pues, que las proposiciones de la ciencia son de dos tipos: analíticas y empíricamente verificables. Al fondo de esta división, aparecen las dos grandes concepcio­ nes del conocimiento, el racionalismo y el empirismo. El a priori y la expe­ riencia. De este modo, la ciencia se constituye o bien en matemática y lógica formal o en dato factual verificable. Según esta clasificación del conocimiento científico, nuestro interés se orienta, en primer lugar, a determinar la naturaleza de las proposiciones de índole analítico. ¿Cómo una proposición carente de contenido empíri­ co puede ser verdadera, útil e, incluso, sorprendente? Ayer, ante esta pre­ gunta, se niega a buscar refugio en el racionalismo y mantener la tesis de éste en su aseveración de que la razón sea fuente de conocimiento, inde­ pendiente de la experiencia y más válida, incluso, que ella. Por tal causa, intentará demostrar que las proposiciones analíticas o bien no son acerca del mundo o bien no son verdades necesarias, ya que para él no se dan «verdades de razón». Con anterioridad, Stuart Mili en su lógica había de­ fendido que las verdades de ésta y de la matemática eran proposiciones inductivas, altamente probables, pero con posibilidad de ser refutadas. Ayer no acepta esta visión del problema. Los enunciados analíticos, según él, se verifican o falsean simplemente apelando a las definiciones de los signos usados en ellos. Si resultan ser tautologías, son verdaderos; si re­ sultan contradictorios, son falsos. Se trata del mismo planteamiento kan­ tiano. Las proposiciones analíticas no nos dicen nada sobre la realidad, ya que son independientes de ésta. ¿Por qué, entonces, estas proposicio­ nes analíticas no resultan absurdas como las de la metafísica? ¿Cuál es su valor? Según Ayer, estas proposiciones poseen cierta capacidad de sor­ presa y nos son valiosas en tanto en cuanto nos hacen caer en la cuenta sobre el uso de ciertos símbolos, que antes no apreciábamos con claridad. No aumentan nuestro conocimiento, pero hacen más fácil el camino de la invención. En segundo lugar, nos encontramos con que todos los demás enuncia­ dos significativos pueden ser verificados o falseados mediante la observa­ ción empírica. Las proposiciones empíricas —nos dirá Ayer— «son todas

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