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112 VICENTE MUÑIZ RODRIGUEZ tes entre sí, no debe extrañar que su «uso lógico» conduzca a consecuen­ cias extrañamente llamativas. Con su doctrina de las descripciones, B. Russell consigue desvanecer también esta problemática lógica del significado. En efecto, según él, el objeto denotado por una descripción («el autor del Quijote» o «el autor de los cuentos de Waverley») no constituye el significado de ésta, y, por lo tanto, las oraciones en que la descripción figura como elemento gramatical no hablan acerca de ese objeto. Así lo pone de manifiesto el análisis me­ diante el que se elimina la descripción y se establece la diferencia entre sujeto lógico y sujeto gramatical. Vemos, pues, que si A y B son nombres propios o A y B son descripciones no tienen por qué coincidir en sus valores de verdad, aunque se refieran a un mismo individuo. Solamente cuando A y B sean nombres propios, sus oraciones respectivas tendrán el mismo valor de verdad. B. Russell, con su teoría de las descripciones, posibilita la construcción de un lenguaje sin frases descriptivas, cuya elimi­ nación garantiza la ausencia de paradojas. En ese lenguaje ideal perfecto, ni siquiera se hubiera podido estructurar la equívoca identidad «W. Scott = autor de los cuentos de Waverley», que aparentemente autoriza en lógi­ ca a sustituir al sujeto por el predicado y la de éste por aquél. Desde el punto de vista de la Filosofía del Lenguaje, toda elucidación acerca del significado debe inicialmente abrirse camino despejando las si­ tuaciones aporéticas que entraña la determinación de su «tipo ontologico de entidad» y la de su «uso lógico». De momento, a título ilustrativo para confirmar estas ideas, bastan el planteamiento russelliano y su solución. Los problemas deontológicos del lenguaje, desde la filosofía griega —Pla­ tón y Estilpón de Megara—, continúan siendo fuente inagotable de contro­ versias que oscurecen su panorámica y que, por ello, conviene previamente sanear. 3. Cuaderno de bitácora El hombre, por su naturaleza verbal, pertenece al universo maravilloso del lenguaje que expresa significando y establece diálogo alrededor de reali­ dades comunes a los interlocutores. El itinerario de las rutas del sentido del ser exige —al modo como lo hacevel marinero por los caminos del mar— un cuaderno apropiado de bitácora que marque el rumbo y que, además, ensanche el horizonte y deje vislumbrar el puerto lejano donde el tesoro de la palabra significativa esconde su naturaleza sugestiva y misteriosa. Con este propósito, en nuestro particular cuaderno de bitácora, anotaremos las reflexiones que ha suscitado el viaje por la deontologia de la comunicación.

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