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SIGNIFICADO Y REFERENCIA 111 es bueno ni que el caballo corre» (R. Mondolfo, El pensamiento antiguo , Losada, Buenos Aires 1942, t. 1, p. 193). El razonamiento de Estilpón se fundamenta, según puede observarse, en la idea de que la cópula «es» expresa siempre una relación de identidad entre sujeto y predicado. Por ello, cualquier proposición que quiera ser verdadera debe configurarse en la estructura A = A. Afirmar, por el con­ trario, que A = B será siempre falso. Esto concluye en una alternativa. O toda proposición A = A es trivial (el predicado idéntico al sujeto no diría nada nuevo de éste) o si fuese A = B, resultaría falsa. A esto alude Platón, cuando indica en el Teeteto que pensar que una cosa es otra es pensar falsamente. Unida a esta paradoja de la identidad entre predicado y sujeto, se en­ cuentra la de la denotación. ¿Qué acontece, cuando estos dos términos se refieren o denotan un mismo objeto o individuo? Pongamos los conocidos ejemplos: «El autor del Quijote es Cervantes» y «George IV quiso saber si W. Scott era el autor de los cuentos de Waverley». En el primer caso, simbolizando por A al «autor del Quijote» y por B a «Cervantes», dado que A y B poseen la misma referencia, según las reglas de la deducción, A podrá sustituir a B en cualquier lugar donde aparezca ésta y lo mismo servirá para B. Pero esto, interpretado semánticamente, equivale a decir: «Cervantes es Cervantes», lo cual no deja de ser una trivialidad supina. En el segundo caso, si W. Scott coincide con el autor de los cuentos de Waver­ ley —cosa que se sabe históricamente que fue así— tendríamos también una proposición similar a la anterior y, en consecuencia, la expresión citada significaría: «George IV quiso saber si W. Scott era W. Scott». Pero, en­ tonces, habríamos de afirmar que esto es falso. George IV nunca estuvo preocupado por dicha perogrullada. En un contexto en donde los cuentos de Waverley fueron publicados bajo pseudónimo, lo que pretendió saber George IV fue quién se escondía detrás de pseudónimo y que se suponía era W. Scott. De este modo, por un lado, «George IV quiso saber si W. Scott era el autor de los cuentos de Waverley» es una proposición lógica e históricamente verdadera. Pero, si en ella, realizamos la sustitución que nos permite llevar a cabo la identidad de la referencia, resultaría la proposición «George IV quiso saber si W. Scott era W. Scott», que con una inferencia correcta lógica sería históricamente falsa. Esta divergencia de valores veri- tativos se halla en conflicto con el supuesto de que si A y B gozan de idéntica denotación, sus oraciones respectivas dirán lo mismo acerca del mismo objeto o individuo. La paradoja ontològica asoma, aquí, su cara lógica. Si los elementos constitutivos del «ser signficado» no son coheren-

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