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110 VICENTE MUÑIZ RODRIGUEZ impide aplicar el argumento de la significación para postular la multiplica­ ción de entes ideales. La segunda permite establecer la verdad o falsedad de este tipo de oraciones. La teoría de las descripciones suscitó por parte de algunos filófosos, entre los que cabe destacar a P. Strawson, críticas y prevenciones. El mis­ mo B. Russell, en su obra La evolución de mi pensamiento, Aguilar, Madrid 1964, pp. 274-82, contesta a Strawson y afirma que su doctrina, en opinión también de otros pensadores, consiguió los fines para los que había sido elaborada. A la dimensión ontològica del significado corresponde, a su vez, como otra cara de las mismas dificultades y paradojas, la dimensión lógica. Suele afirmarse que solucionar la problemática de ésta es dar consistencia y vali­ dez a una teoría del significado. 2. Dimensión lógica del significado Para Hegel, todo juicio adopta la forma de sujeto-predicado, estable­ ciendo la cópula una relación de identidad entre dichos términos. Todo predicado compete al sujeto, es en sí y por sí idéntico con el sujeto. Esto concluye como resultado que todas las oraciones se configuran en estructu­ ras tautológicas del tipo «A = A» que, aunque puedan ser verdaderas, siempre serán triviales. Para evitar esta conclusión, Hegel afirma que el predicado no tiene por qué ser idéntico al sujeto en todas las ocasiones. Pero, de esta manera, los juicios o son tautologías o son contradicciones. La visión lógica hegeliana del juicio, para explicar la existencia entonces de juicios verdaderos que disten de ser triviales, sobrepasa la contradicción y la resuelve afirmando que todo juicio auténtico asevera una identidad en la diferencia. Hegel, en esta doctrina, no hizo otra cosa que formular una argumentación expuesta en la atigüedad por el lógico megárico Estilpón y que conduce a la conocida «paradoja de la predicación». En la edad media gozó de gran celebridad y en la antigua Platón se hizo eco de ella y Plutar­ co nos la transmitió. He aquí de qué manera: «Si de un caballo predicamos el correr, Estilpón niega que el predicado sea idéntico al sujeto del cual se predica; pero también el concepto de la esencia del hombre es diverso de lo bueno. Y, a su vez, el ser del caballo difiere del ser de quien corre, porque interrogados sobre la definición de cada uno, no responde­ remos lo mismo para ambos. Por lo cual se equivocan los que predican lo uno de lo otro, pues si lo bueno es idéntico al hombre y el correr al caballo, ¿cómo podremos también predicar lo bueno de la comida o de la medicina o el correr del león y del perro? Pero si son diversos, no es correcto decir que el hombre

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