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100 CEFERINO MARTINEZ SANTAMARIA que B. Monsegu ha podido escribir que Vives «inserta a Cristo en el cora­ zón de su especulación racional»83. J. L. Vives, junto con esta actitud cristiana, vive inmerso de modo muy concreto en el corazón de los problemas que acucian a Europa en aquel momento. Su actitud de preocupante angustia ante la Europa desunida el que sus reflexiones ético-políticas adquieran una tonalidad de clarividente viveza que no se nota en la Escuela de Salamanca84. Por el contrario, el que Vives se desentienda de los grandes problemas éticos que plantean el descubrimiento, la conquista y colonización de la lejana América, hace que no tenga sensibilidad para el gran tema del universalismo planetario , que columbran ya con larga vista nuestros grandes pensadores del siglo XVI. Concluyo aquí este estudio. Sería el momento de ver detenidamente y no de pasada cómo nuestros pensadores del siglo XVI aplicaron los princi­ pios expuestos a los problemas de su tiempo. Cuestión importantísima, pero que excedería los límites, que me he impuesto en este estudio, ya más amplio de lo esperado por imperativo de las cuestiones interconexas a desarrollar. Ceferino M artínez SANTAMARTA 83. B. MONSEGU, La doctrina cristológica de ]. L. Vives, en Estudios Franciscanos 55 (1954) 431. 84. El Prof. E. R ivera DE V entosa en la traducción que ha hecho de la obra de J. L. VIVES, De la concordia y de la discordia. De la pacificación (Ediciones Paulinas, Madrid 1977) intenta hacer ver cuán profundamente intimaba J. L. Vives con el desgarro de la situación europea y cómo desde esta su circunstancia escribió esta obra como una respuesta a su conciencia, que le exigía contribuir a la pacificación deseada. Y anticipa aquí que el comenta­ dor que más intensamente ha percibido este anhelo de paz vivista ha sido Alain GüY en su obra Vives ou Ihumanisme engagé, que cito en la nota 79.

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