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84 CEFERINO MARTINEZ SANTAMARIA basar en él el orden natural de las relaciones humanas ético-políticas. Baste mencionar aquel pasaje de su relección De potestate civili , en el que, basa­ do en Aristóteles, trata de demostrar que el hombre ha nacido para vivir en social comunicación — «ut ait Aristóteles, natura ferimur in communica- tionem »— 52. La nota antiluterana de este pasaje resalta sobremanera si se recuerda que para Vitoria la gracia supone una radical bondad en la natu­ raleza, contra la convicción netamente contraria de Lutero. Este mismo pasaje manifiesta cuánto se aleja Vitoria del nominalismo. Sin entrar ahora en la delicada cuestión de sus relaciones con este sistema, es manifiesto que lo esencial de su pensamiento contradice la tesis más destructiva del mismo: la negación de los universales. De ésta procede que el nominalismo no reconozca ningún orden natural , ni por consiguiente la vigencia del derecho natural humano. El nominalismo abrió la puerta a una de las direcciones del mundo moderno muy en boga sobre todo en el pensamiento anglosajón, al pensar que los derechos y deberes humanos únicamente pueden tener el fundamento de una convicción o pacto. Vitoria, por el contrario, formuló los principios firmes del derechos natural, el cual viene a ser la aplicación del orden natural cósmico a la vertiente de las relaciones humanas. En una reflexión más constructiva Vitoria se eleva a meditar sobre el plan de Dios, a quien contempla como rector único del orden natural y del orden sobrenatural. Al hacerlo tiene en una mano la Biblia, que le dice cómo la Sabiduría divina va de un fin a otro con fortaleza y lo dispone todo con suavidad. A su vez, lee en la Metafísica de Aristóteles, que lleva en la otra mano, que es propio del sabio disponer todas las cosas con orden53. Desde estos textos F. de Vitoria contempla cómo Dios ha organi­ zado el orden natural de la sociedad humana con su legítimo gobierno y el orden sobrenatural , que tiene en la iglesia su estructura jerárquica. Desde esta perspectiva Vitoria proclama explícitamente la existencia de dos órde­ nes distintos sobre los que ha de levantar, como veremos, el edificio de su concepción ético-política. En otro pasaje de la relección segunda De potestate ecclesiastica estable­ ce Vitoria, entre los dos órdenes, una contraposición hiriente, casi exce­ siva y muy apta para ocasionar malentendidos. Al comparar el cuerpo del Estado y el de la Iglesia escribe, en dicho pasaje, lo siguiente: «Las partes naturales son precisamente para el todo; pero los hombres dentro de la 52. De potestate civili , n. 4, p. 156. 53. Cf. De potestate Ecclesiae prior, n. 12, pp. 253-254.

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