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76 CEFERINO MARTINEZ SANTAMARIA Quidort o Juan de París. Muy conocido en las estériles disputas medie­ vales de los « Correptorium ...», le menciono en esta ocasión porque fue uno de los máximos defensores de Felipe IV contra el Emperador. Venancio D. Carro subraya que para defender al Rey de Francia, Juan de París negó que el Emperador fuera señor universal. Más aún, pensaba que tal potes­ tad universal era contraria al derecho natural, al derecho de gentes y al derecho civil37. El caso del nacionalismo español es sobremanera curioso, por el claro vaivén de las ideas en función de la política del momento. En efecto, los reyes de León, nostálgicos de la unidad del imperio visigodo, quieren resu­ citar aquel imperio. De aquí que naciera en ellos no sólo la idea de sentirse autónomos respecto del Emperador Romano sino de entrar en competen­ cia con él. Esta mentalidad cundía en tiempos de Alfonso VI y de Alfon­ so VII a quien se conoce en nuestras historias con el nombre de Empera­ dor. Posteriormente, en los días de las ilusiones de Alfonso X el Sabio a la corona imperial, el pensamiento hispánico acepta momentáneamente la idea del imperium mundi bajo signo cristiano. Pero, al fracasar este Rey en sus pretensiones imperiales, vuelve la antigua idea autonomista hispánica. En Alvaro Pelayo se refleja ingenuamente el contraste entre la fidelidad a la unidad cristiana de Europa y la tendencia autonómica peninsular. A. Pelayo razonaba que por ser el Papa Vicario de Cristo tenía todo el poder. Como el poder temporal lo ejercía a través del Emperador, éste tenía que tener el imperium mundi para poderlo ejercer debidamente. Sin embargo, España podía considerarse exenta de esta sujección porque con su esfuerzo conquistó a los enemigos del Cristianismo su propio territorio38. Esta actitud de A. Pelayo llega a radicalizarse en R. Sánchez de Aréva- lo. Este sostiene que los Reyes fueron anteriores y más justos que los Em­ peradores; que el origen del Imperio romano es la usurpación; que el Emperador no tiene poder ni jurisdicción universales sino sólo sobre las tierras que le están sometidas...; que en quien realmente reside el principio monárquico y universal de todo el orbe es en el Papa39. En oposición radical a Dante, que veía en el Imperio Romano la realización de un plan 37. Cf. V. D. CARRO, La teología y los teólogos-juristas españoles ante la conquista de América , Salamanca 1951, 226. 38. Para una visión sintética del tema véanse los dos estudios de J. A . M a r a v a ll, El pensamiento político de la Alta Edad Media y El concepto de Monarquía en la Edad Media Española , editados en Estudios de Historia del Pensamiento Español , Madrid 1973, Serie Pri­ mera, 33-90. 39. Cf. R. SÁNCHEZ DE A r e v a lo , Suma de la Política , edición y estudio de J. Beneyto Pérez, Madrid 1944.

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