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74 CEFERINO MARTINEZ SANTAMARIA llamar «sacrum» al Imperio medieval, restauración del antiguo, y «divus» al Emperador que lo regía32. Parece que nos hallamos de nuevo sumergidos en el mundo oriental de las divinizaciones y apoteosis. Corresponde al historiador profesional des­ cribir los caminos por los que se llegó a esta incrustación del Oriente divinizador en el Occidente, a quien por su formación humanista y cristia­ na repugnaban las aparatosas mitras, los cetros y las coronas. Para mi propósito basta lo dicho en orden a saber dar el alcance debido a la ten­ dencia netamente desacralizadora de los grandes pensadores españoles del siglo XVI. Lo que es má de notar y de resaltar por cuanto un siglo más tarde Bossuet, ideólogo político de la Francia de Luis XIV, intentará autori­ zar con las páginas bíblicas la monarquía sacralizada de su Rey Sol. b) Dominio universal del Emperador La Edad Media cristiana llegó a la tesis del dominio universal del Em­ perador por dos vías distintas: por la teoría de las dos espadas y por la idea de que el Sacro Imperio medieval era el sucesor del Imperio Romano. De la teoría de las dos espadas se dedujo que el Emperador era la espada con la que el Papa defendía la cristiandad y, por lo tanto, que el Empera­ dor en lo temporal poesía el mismo poder universal que el Romano Pontí­ fice. Si el Papa era el sol que iluminaba toda la tierra —otro de los símbo­ los en uso—, el Emperador era la luna que igualmente iluminaba toda la tierra con la claridad que recía del sol. A. Truyol Serra escribe certeramen­ te: «Dos espadas simbolizan las dos autoridades supremas queridas por Dios para el gobierno del humano linaje»33. La otra vía reconoce en el Emperador cristiano al sucesor de los Empe­ radores romanos. A este respecto escribe A. Rivera Damas: «Con el flore­ cimiento de los estudios civilísticos... se reavivó la tradición todavía no perdida del Imperio universal de los antiguos Césares, de la grandiosa unión del reino carolingio, y la concepción de un Imperio que fuese la continuación de aquéllos fue ganando terreno entre los civilistas y entre los partidarios del Emperador»34. Rivera Damas une a este preámbulo, históricamente válido, la tesis de su obra en la que intenta demostrarque el Cardenal Hostiense fue partidario de la autonomía delEmperador en lo temporal, contra lo que pensó F. de Vitoria. Sin embargo, al margen de lo 32. Cf. J. BENEYTO, España y el problema de Europa. Historia y política exterior , Buenos Aires 1950, 17-18 y 30. 33. A. T ruyol S erra , O. c.„ 1.1, 231. Cf. J. B eneyto , O. c., 86. 34. A. R ivera D am as , Pensamiento político ..., 197.

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