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72 CEFERINO MARTINEZ SANTAMARIA su intervención el poder espiritual de la Iglesia, tanto directivo como coac­ tivo. Tan adelantado a su tiempo estuvo el teórico político de Padua. Guillermo de Ockham, franciscano de hábito y espíritu, no podía com­ partir este extremismo secularizador de Marsilio de Padua. Más bien lo refuta en múltiples ocasiones, al formular una doctrina sobre el Papado muy distinta a la que proponía el Defensor pacis. Lo que sucede es que su nominalismo le impide ver la autonomía del ordo naturae en la vida políti­ ca. Toda ella la ve según su voluntarismo nominalista bajo un plan, deter­ minado por Dios, que ha querido la existencia de dos poderes para gober­ nar su pueblo: el poder espiritual y el poder político. Por lo mismo, niega con decisión contra Marsilio de Padua que el estado sea la única fuente de poder. La Iglesia tiene también verdadera jurisdicción, porque Dios lo ha querido así. Pero jurisdicción meramente espiritural. De aquí se sigue que toda injerencia de la Iglesia en las faenas temporales y políticas, tan fre­ cuente en su momento histórico, frustra el plan de Dios y traiciona al Evangelio. Ciertamente, Cristo ha otorgado al Papa un gran poder, pero un poder única y exclusivamente espiritual. La actitud de G. de Ockham no es, pues, la de un laico, empeñado en aminorar los presuntos derechos de la Iglesia, sino la de un franciscano que se siente herido en su espiritualidad por la patente mundanización de una Iglesia que él quisisera ver más semejante a su divino Fundador. En todo caso, es patente que con Guillermo de Ockham y Marsilio de Padua la teocracia entró en una profunda e imparable crisis. Será mérito de la escuela española del derecho haber tomado plena conciencia de esta crisis y haber buscado para ésta una solución justa y adecuada, sustancialmente la misma que siglos más tarde formulará el Concilio Vaticano II. Tercera idea en crisis: «Sacrum imperium» Una problemática muy compleja envueve a la realidad medieval, arro­ pada bajo la fórmula historiográfica de Sacrum Imperium. He seleccionado tres motivos primarios con el fin de precisar mejor el tema y comprender la actitud mental de nuestros pensadores frente a la gran institución medie­ val del Imperio. Dichos motivos son: la sacralidad del imperio, el dominio universal del emperador y la unidad medieval de Europa. Los dos primeros explicitan la fórmula «Sacrum Imperium»: de sacrum se dedujo la sacralidad de la institución; de imperium , la tendencia al imperium mundi. El tercer motivo vino a ser un apéndice histórico que tuvo lugar en la Edad Media por influjo de los dos primeros que motivaron la unidad de la cultura euro­ pea durante siglos. Me detengo brevemente en cada uno de dichos motivos.

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