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CRISIS DE LA CONCEPCION POLITICA MEDIEVAL EN LA EPOCA... 71 dan igualmente la mano en que uno y otro, en lugar de estudiar la realidad que nos circunda en cuanto se halla sometida a leyes, la ven exclusivamente pendiente de la voluntad de Dios. De aquí que, frente al naturalismo aristo­ télico-averroista, defiendan un voluntarismo como clave para explicar toda la realidad, especialmente la realidad político-social. Marsilio de Padua y G. de Ockham aún caminan juntos en su afán por disminuir lo que en su tiempo defendían con tanto tesón algunos teólogos y juristas: la plenitudo potestatis21. Uno y otro, desde posturas distintas, como vamos a ver, insisten en despojar al Papado del supuesto poder universal que se le atribuía, por considerarlo ambos incompatible con el plan de Dios sobre el Papado. Es de notar que ambos acuden al plan de Dios —voluntarismo teológico—, pero se diferencian en el modo de inter­ pretarlo. En efecto, según el plan de Dios, interpretado por Marsilio de Padua, no hay más poder jurisdiccional que aquél que va acompañado juntamente con el poder de coacción. Como la iglesia es una sociedad netamente espi­ ritual, cuya norma es el Evangelio, al que repugna todo sentido de coac­ ción, se sigue lógicamente que la Iglesia carece de todo poder jurisdiccio­ nal. Por consiguiente, si en algún momento la Iglesia ejerce este poder —con mayor motivo si actúa como poder de coacción— únicamente puede hacerlo por delegación del Estado. Sólo el Estado, según el plan divino, está dotado de poder jurisdiccional directivo y coactivo. Cualquiera advierte que en esta doctrina de Marsilio de Padua nos hallamos al polo opuesto de la plenitudo potestatis de la teocracia papal. Pero esta es la gran lección —la ironía, si se quiere— de la historia. En el momento histórico en el que el Papa, por ser Vicario de Cristo, lo puede todo según sus legistas curiales, surge vigorosa la negación de todo poder jurisdiccional al Papa. La misión del Papa quedaría reducida a cuidar espi­ ritualmente al pueblo cristiano, especialmente por la administración de los sacramentos. G. Lagarde piensa que llega entonces la hora de «la naissance de l}esprit laïque»2*. Y es así. La historia está de su parte al mostrar que este nacimiento es tan vigoroso que culmina en el más exclusivo estatismo durante los últimos siglos. En efecto, gran parte de los estados modernos no han reconocido a la Iglesia otro poder que el de cuidar la vida cristiana por la administración de los sacramentos. Pero casi ninguno ha llegado tan lejos como Marsilio de Padua, pues han dejado casi siempre al margen de 27. Cf. C. SANTONASTASIO, Occam e la plenitudo potestatis , en Rassegna di Scienze Filoso- fiche 10 (1957) 213-271. 28. G. LAGARDE, La naissance de l’esprit laïque..., t. I, 67ss.

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