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70 CEFERINO MARTINEZ SANTAMARIA entusiasta de su vocación, a la que quiso mantenerse fiel. Pero que por una de esa ironías frecuentes en la historia, hecha carne en este hombre impe­ tuoso, llegó a sostener, frente al Papado, una doctrina muy poco fraciscana con unos modos agrios, totalmente ajenos al método franciscano del amor y la bondad. Este trasfondo vital tan distinto explica que, no obstante convengan ambos en algunos puntos importantes, difieran sustancialmente en otros. Voy a exponer esto con mayor detención, ya que nos hallamos en el corazón de la crisis de la teocracia papal. El nominalismo es el sustrato filosófico que sirve de apoyo a uno y otro para su razonamiento político. Con esto me declaro a favor de una inter­ pretación unitaria en G. de Ockham, pues algunos entre sus comentado­ res 25 piensan que sus teorías políticas tienen poco que ver con su mentali­ dad teológico-filosófica. Abren así una fosa de separación entre sus años de cátedra —su estancia en Inglaterra— y los de sus luchas políticas, que se inician poco después de ser citado a comparecer en Avignon, año 1323. Considero necesario subrayar, contra esta supuesta fosa de separación, que el punto de partida de su doctrina teórica y práctica es el nominalismo. Guillermo de Ockham comparte su nominalismo con Marsilio de Pa- dua, cuya vinculación a este modo de pensar ha de tenerse muy presente frente a quienes piensan que el averroismo de la universidad de Padua, su patria, ha influido más decididamente en su filosofía política. A quienes así opinan se les puede conceder que esa frigidez laica y naturalista que rezuma Marsilio de Padua, tiene mucho que ver con el glaciar averroista con sede en la universidad paduana. Pero la ausencia en Marsilio de Padua de un concepto riguroso del ordo naturae motiva el que su mentalidad se deslice por un camino muy distanciado del averroismo. Este, si algo exage­ ró, fue una concepción del ordo naturae nacesario e inmutable y plenamen­ te autosuficiente. Nada de esto asimila Marsilio de Padua, para quien la naturaleza viene a ser, como para todo nominalista auténtico, una mera colección de individuos sin ninguna ley interna que los regule. En esta filosofía nominalista Marsilio de Padua y Ockham se dan la mano26. Se 25. Es la postura que, siguiendo al autorizado Ph. Boehner, mantiene M c G rade , The political thought o f Ockham. Personal and institutiknal Principes , Cambridge 1974. 26. R. P anikkar , El concepto de naturaleza. Análisis histórico y metafísico de un concepto , Madrid 1972. En la p. 120 emite este juicio sintético sobre el nominalismo: «Los nominalistas dirán... que los mismos entes individuales son su propia naturaleza. La naturaleza no es entonces nada más que la individualidad de cada ser incomunicable y diferente de todos los demás y en dependencia directa e inmediata con Dios». De modo más directamente relaciona­ do con el derecho natural, W. KóLMEL, Von Ockham zu Gabriel Siel. Zur Naturrechtslehre des 14. und 15. Jahrhunderts, en Franziskanische Studien 37 (1955) 218-259; F. O a k ley , Medieval Theories o f natural law: W. o f Ockham and the significance o f the voluntarist tradition , en Natural Law Forum 6 (1961) 65-83.

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